04 mayo, 2006

Dos floreros pintados al óleo en el año 2000


El amante


El tenue polvillo del maquillaje acababa de disimular las ojeras que el espejo del tocador le devolvía. No había pegado ojo en toda la noche. Salustiano, su marido, se quedó como un leño al apoyar su cabeza en la almohada. No le dio opción. Durante la cena pensó en contárselo al acostarse, pero así era mejor, le dejaría una nota por la mañana.
- Salustiano, lo siento, mi vida contigo no tiene sentido, me voy, no te preocupes de mí, me marcho, voy a empezar una nueva vida, nada nos ata, que seas feliz. Yo lo voy a intentar de nuevo-
La nota, escrita nerviosamente en la carpetilla que dan en las agencias de viaje al comprar un billete de avión, estaba ante sus ojos. -Así está bien-. ¿Para qué más explicaciones? Todo le importaba un comino, estaba cansada de la rutina de su vida, seguro que Juan también estaba hastiado, su relación iba mal desde no sabía cuando. Había que dar el portazo. Cuando Juan Carlos le pidió que abandonase esa vida sin alicientes, tardó poco en decidirse.
A Juan Carlos lo conoció en los salones parroquiales, era del pueblo y lo conocía de vista pero no tenía idea de su encanto hasta que pegó la hebra con él. Su mirada era limpia, sonreía con los ojos y su boca era ¡tan seductora!. Se quedaba extasiada oyéndole hablar y miraba la comisura de sus labios limpios y brillantes, sin esa pastosa espuma blanca que casi siempre tenía Salustiano cuando articulaba unas palabras. Un paseo por el parque y unos cuantos tintos de verano a la salida de la reunión de Cáritas habían sido suficientes. De ahí al primer contacto amoroso en una pensión de la capital, sólo había pasado un mes. Si el séptimo cielo existía, se encontraba entre las sábanas de aquella habitación, El escalofrío de sus besos en la nuca, el susurro de sus palabras de amor al oído y la calidez de sus caricias le hacían estremecerse de placer al recordarlo.
Alguna amiga había reparado en la carita de gilipollas que se le quedaba.
-¡eh, despierta que te estás quedando traspuesta, ¿En que piensas?
- Nada,… pensaba-.
La decisión estaba tomada, se marchaba con Juan Carlos a Rótterdam, hasta estaba dispuesta a aprender holandés. Todo sería nuevo e ilusionante, estaba segura de que sería feliz, ya era feliz.

* * * * *
La azafata se acercó con una sonrisa, interrumpiendo los arrumacos que Juan Carlos le dedicaba,
- Por favor, abróchese el cinturón, vamos a despegar-
Sonrió y le contestó mientras cumplía la orden de la azafata
- Señorita, ¿nos podrá acercar un par de benjamines cuando estemos arriba?-
Por supuesto ¿recién casados?
-Así… así-
El vuelo pasó en un suspiro, nada era necesario ni urgente, todo estaba al margen, nada era más importante que contemplar, escuchar, acariciar y sentir a Juan Carlos. La azafata les obsequió con unos bombones después de servirles el champán y durante todo el viaje les observó desde la cortina entornada de la clase bussines.
El amor siempre es un espectáculo a no perder y la azafata sonreía contemplando a la feliz pareja. Su mirada se cruzó con la de ella varias veces y se devolvieron sonrisas de complicidad.
Al salir del avión cogió el antebrazo de la azafata para decirle:
- Adiós…soy feliz
- Adiós, no hace falta que lo digas-.
La azafata les vio perderse por el corredor arrastrando sus trolleys y abrazados por la cintura.
* * * * *
-Hola mi amor- La azafata estaba acodada junto al ventanal de la terminal, aviones iban y venían bajo el plomizo cielo de Rótterdam. Se oía fatal, debía cambiar de móvil … en cuanto volviese a España lo haría.
Estoy deseando verte, mañana vuelvo a Madrid y tendré tres días libres,
-¿Me quieres?- Uhmmmm -……………-
- ¿has hablado con tu mujer?
- Me dijiste que lo harías,……………-
-¿Qué te ha dejado una nota ella?,……………-
-Mejor así.
- Te quiero Salustiano, no puedo vivir sin ti, estoy deseando abrazarte, en este vuelo he conocido a dos enamorados…ya te contaré, te quiero mi amor.


* * * * *

Los pasajeros van y vienen, arrastrando sus equipajes y sus vidas, afuera, los aviones traen y llevan y entre las nubes aparecen tímidos rayos de sol que presagian un cambio en el tiempo.