15 marzo, 2010

Jesucristo era guapo y eso lo explica todo

Hace unos meses paseando por el puente de Toledo de Madrid, me encontré con una pintada, grafiti dirían algunos, que decía "Jesucristo era guapo y eso lo explica todo". En ese momento esbocé una sonrisa, pero no acerté a comprender lo que pretendía explicar el autor de la pintada.

Ha sido a posteriori, cuando ya han borrado la pintada, que he reflexionado sobre la frase en cuestión y sin llegar a conclusión alguna, me limitaré a exponer aquí algunas ideas al respecto.
Efectivamente todas las imágenes que recrean a Jesucristo son las de un hombre guapo. No solo en imagen estática, también en las películas. Los actores más apuestos de la industria cinematográfica son los que han prestado su guapura para recrear la imagen de Jesús. Piel blanca y bronceada, ojos claros, melena cuidada y barba recortada y rubia, alto, estilizado, de complexión atlética...

En el capítulo XI del evangelio de Lucas, creo que hay un relato en el que Jesús está hablando a la multitud y de improviso una mujer, entusiasmada por su presencia, le grita "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", frase que solo se me ocurre que hubiese surgido por la admiración que sintió la señora por lo guapo que le veía, no es lógico que se diga esa frase por la profundidad de las frases que estaba oyendo.
Que yo sepa no existe ningún retrato o imagen real de Jesucristo, pues la única que podría ser, la Sábana Santa de Turín, no está demostrado científicamente que pertenezca al Redentor y por otro lado, esa imagen no se acerca a la que estamos acostumbrados a ver.
La BBC, indagó no hace mucho en este asunto, intentado buscar una cara para Jesús de Nazaret utilizando una calavera de la época en que vivió el Señor, encontrada en Israel y usando tecnología gráfica digital de lo más avanzado.

El resultado es un rostro de pómulos y nariz prominentes, moreno y con cabello rizado, que en nada se parece a la imagen que tenemos de Jesús. Incluso, un sacerdote socarrón, que vio esta recreación, dijo entre sonrisas que más bien parecía Barrabás que no Jesucristo, pues su idea de la imagen de Cristo estará en el metro noventa de estatura, los ojos azules y el pelo castaño clarito..., o sea guapo, según los cánones europeos.
Si a esto añadimos que "...,cara de guapo, cara de bueno", eso lo explica todo según el grafitero. Menos mal que en la época de Azaña no había televisión, si así hubiese sido se me ocurre pensar que jamás habría ganado ninguna elección, porque además de feo era miope y eso...
Nos hemos acostumbrado a una serie de tópicos y de imágenes manipuladas que no nos planteamos y ni siquiera analizamos la realidad de las cosas. Por ejemplo: 1) Si tenemos en cuenta que la Virgen María, según los evangelios, se debió convertir en madre cuando estaba a punto de tener quince años, 2) Si Cristo murió en la cruz con treinta y tres años, su Madre tendría unos cuarenta y ocho años en esa fecha..., ¿Alguien se ha preguntado cual sería la imagen de una mujer en el siglo I con casi cincuenta años? ¿Se parecería en algo a las Vírgenes que procesionan en nuestras ciudades, que tienen una apariencia incluso más joven que la imagen de Jesús?

Hemos ligado la bondad y la verdad a la belleza, y la maldad y la mentira a lo feo..., y puede que por ahí venga el fondo de la frase del grafitero..., o no..., vaya usted a saber.

12 marzo, 2010

Cartel conmemorativo del 50 aniversario de la Cofradía de San Elías y S. Juan Evangelista

Papel canson, lapiz conté, albayalde y pastel
(Alcaudete Semana Santa de 2003)

Cartel de Feria de Alcaudete 2003


Acrílico sobre tabla (Alcaudete 2003)

El abuelito Paco Mesa (óleo sobre lienzo)


Francisco Mesa Serrano, se levanta muy temprano y le voy a tocar un pregón a las siete de la mañana ...
Esta tontería la pregonaba yo, a la edad de siete u ocho años, en los anocheceres del verano y en la esquina del Pilarejo con el Matadero, bajo la mirada del Señor de la Paciencia..., más que nada, para darle la lata a mi tío Fermín y a mi tita Paqui que separados por la reja de una pequeña ventana, que da a la calle Matadero desde el dormitorio, que era de mis abuelos, pelaban la pava como Dios les daba a entender. Ellos con buen humor, me llamaban y conseguían a duras penas que dejase de dar la murga.
De esa época es de cuando tengo los recuerdos más vivos que me han quedado sobre mi abuelo. Ese es el abuelito Paco del cuadro, que pinté en Badalona, hace la tira de años y sacado de una fotografía que aún poseo manchada de óleo.
A duras penas recuerdo la última etapa de su vida, y tengo que esforzarme para recrear su imagen en el Madrid de los sesenta cuando luchaba con la enfermedad, acompañado de mi madre, que siempre iba con él a los médicos y las sesiones de radioterapia. Nos dejó para siempre en Junio del 1968, el día en el que Carmen y yo teníamos planificado casarnos, de hecho tuvimos que aplazar la boda dos o tres días, para dar tiempo a mis padres, que ya se encontraban en Barcelona, a venir a sus exequias.
Mis recuerdos está fijados en aquellos veranos en los que mi abuelo iba y venía a la cooperativa para departir distintos asuntos con Baltanás, igual que hoy en día mi primo Pepe Mendoza departe con mi otro primo Segundo Tejero en la misma cooperativa de la Fuensanta, nueva y remozada en el antiguo camino de los Llanos.
"Si él levantara la cabeza".
El abuelo era un hombre bueno y muy especial, todo el mundo lo llamaba Paquito, hasta los mendigos, aquellos que venían en chorro por las mañanas y que recibían siempre algunas monedas, que él extraía de una cajeta cilíndrica de Bicarbonato Torres Muñoz.
Se levantaba muy temprano, como yo decía en la monserga, para darle el primer pienso a las bestias, Mora, Rojo y Española. Luego le tocaba el turno a los residentes de la corraleta y después atendía a otros trabajos de la casa controlando las labores del campo que encomendaba a mi tito Manolo y a Antonio el mulero, el hijo del Pavilo, otro casi tito mio.
Después desayunaba unas sopas con leche de cabra y cebada tostada en un tazón de los grandes. Mi madre, que reparó en que, varios días seguidos, le habían puesto un tazón desmochado, se lo recriminó a la abuelita Carmen y como él lo oyó, al siguiente día que le puso la abuela el mismo tazón, abrió las manos y lo dejó que se estrellara en el suelo del patio con gran regocijo de los gatos.
Recuerdo su risilla socarrona diciendo "ha sío sin pensar", ante la retahíla de improperios que le dedicó la abuelita.
Paco Mesa, el abuelito, como siempre lo llamé, no era capaz de vestirse solo y todas las tardes subía un tramo de escaleras, que conducían a la sala, para someterse a un ritual como el de los toreros, en el que la abuelita le ponía su traje con su corbata y le ataba los cordones de los zapatos, para salir hacia la plaza, con la chaqueta sobre los hombros y su sombrero de fieltro. Allí lo esperaba Alfonsico, el administrador de los Funes o Bernardo Sánchez que no se hartaban nunca de perder a la ajedrez con mi abuelo, que era imbatible.
No he podido evitar el acordarme de él cada vez que he visto la imagen de Juan XXIII, el papa bueno y es que además de que se parecían físicamente, la expresión de bondad en ambos rostros era la misma. El simple hecho de darte un consejo era bastante para que se le saltasen las lágrimas y eso, le hacía interrumpir sus razones con un ...,¡puñeta!.
Podría escribir de él durante horas, pero no es el caso, de hecho he escrito estas palabras en homenaje suyo para leerlas el día que colocamos su cuadro en el Salón de Actos de la cooperativa. Con ellas quiero reivindicar su memoria y para honrarlo en la cooperativa que dirigió hasta su muerte y que hoy preside Pepe Mendoza Mesa.
A mi abuelo no se le dieron nunca medallas, aunque las mereció, sobre todo a los ojos de la gran cantidad de personas a las que prestó su ayuda mientras vivió. También es verdad que siempre se vio arropado por el cariño y el amor de toda su familia y de todos los que tuvieron la suerte de conocerlo y tener su amistad. De hecho siempre he oído decir a mi madrina la tita Carmen, otra ausente, que le acompañó en su entierro todo el pueblo. Dudo que haya habido otro entierro con más asistencia de gente como el de mi abuelo materno.
Un hombre bueno y cabal que auxilió a mucha gente, que fue perseguido en la guerra, sin haber hecho nada para merecerlo, pero que tuvo casi cien personas refugiadas en el cortijo de la venta Lagarto, entre ellos a mis abuelos paternos, y a los que no les falto de comer ni un solo día.
Un hombre que separaba a las personas en dos clases bien diferenciadas, los que tenían vergüenza y los que no la habían conocido. El más generoso, sensible y trabajador de los mayores que han pasado por mi vida. Un hombre que en vida, ejecutó su propio testamento, realizó lotes equilibrados de sus posesiones, los distribuyó entre sus hijos con el consenso de todos y los escrituró a sus nombres para que nadie tuviese que gastar un duro cuando él faltase.
Nunca he conocido a nadie igual. Era de una casta de la que hay escasez en estos tiempos. Espero que su imagen, que hemos puesto en la Cooperativa de la Fuensanta, sirva de recuerdo a todos los que lo conocieron y como ejemplo para generaciones futuras.
Ese era mi abuelito Paco... , que alguien diga una oración en su memoria.

10 marzo, 2010

Desde Alcaudete a Andorra por etapas..., y viceversa

Lo que no viene en las guías

Hace dieciséis años viajé del tirón desde Andorra a Jaén y ese día fui consciente de que no volvería a repetir semejante "proeza", así es que ahora, que he decidido volver a este pequeño país, me lo he tomado con calma.
El jueves cuatro de febrero de 2010, salimos con un tiempo bastante malo en dirección a las Lagunas de Ruidera. Hace tiempo que no las visitaba y con lo que ha llovido este año, seguro que estarían preciosas. Lo malo, el tiempo lluvioso que nos acompaña todo el trayecto.

Ruidera es un lugar extraordinario, las lagunas caen en cascada unas sobre otras y como están tan llenas es impagable su contemplación. Una tregua con la lluvia nos permitió recorrer las más importantes, hasta que decidimos entrar en un pequeño restaurante llamado Casa Victorino, para tomar un caldo de cocido exquisito y unas gachas manchegas en su propia sartén, con "tos los avíos", (morcilla, chorizo, costillas adobadas y lomo de orza). Plato sencillo y contundente que fuimos incapaces de acabarlo. Cuando me enfrento ante estos manjares tradicionales, populares y caseros no puedo por menos que pensar en las comidas que tomamos a veces, mal preparadas, mal cocinadas y caras, pero bautizadas con nombres rimbombantes que se completan con alguna palabreja en francés o inglés.

El tiempo volvió por sus fueros y una pertinaz llovizna no nos dio otra opción que regresar a Manzanares para enclaustrarnos en el Parador Nacional, donde íbamos a pernoctar.
La mañana siguiente amaneció con un tímido sol que acompañó todo nuestro camino a Madrid. La capital de España es un lugar donde nadie se siente forastero y que siempre encierra sorpresas agradables, espectáculos y exposiciones únicas, paseos gratificantes y entre otras lindezas a mi nieto Mario, niño querido y precioso con el que vamos a celebrar su quinto mes de vida.
El lunes ocho salimos de Madrid en dirección a Lérida y nos encontramos con un embotellamiento de considerables proporciones en la M-30. Intento librarme de este tapón y solo consigo meterme en otro en la M-40. Una hora perdida entre miles de vehículos hasta que llegamos a la R-2 que nos lleva en dirección a Zaragoza. Aquí desaparece el traficazo, pero no la lluvia que sigue martilleando el parabrisas hasta que llegamos a la altura de la Almunia de Doña Godina, en cuya cercanía nos paramos para comer algo en el restaurante de un hotel llamado la Bodega. El sitio está bien pero su cocina es de lo más mediocre, así es que no recomendaré a nadie su visita. En algo más de una hora y media llegamos a Lérida y debido a que sigue lloviendo, decidimos quedarnos en el hotel hasta la mañana siguiente en espera de que mejore el tiempo.

El hotel es el Condes de Urgell, un cuatro estrellas a pie de la antigua carretera a Barcelona, que casi se ha quedado incrustada en el ensanche de la ciudad. Es una instalación moderna y confortable y que tiene WiFi y aparcamiento cubierto para los clientes, condiciones casi imprescindibles que procuro a la hora de hacer reserva.

El martes amaneció con nubes y claros, así es que decidimos conocer Lérida, por la que siempre habíamos pasado sin parar. Nos dirigimos al centro urbano y para ello cruzamos uno de los puentes que salvan el río Segre. Enseguida nos topamos con un parking subterráneo y ya estamos en el mismo centro, la Plaça de Sant Joan.

Aquí, unas escaleras mecánicas nos acercan a unos ascensores que por veinte céntimos de euro nos dejan al pie de la antigua catedral o Seu Vella. Situada sobre una colina que domina la ciudad y el río que la atraviesa. En su lugar, hubo una catedral visigoda, una mezquita, y una catedral románica y gótica hasta que Felipe V en el comienzo del siglo XVIII la convirtió en cuartel, estando el edificio dedicado a estos menesteres hasta que en 1948, el ejército español salio del lugar y posibilitando su restauración. El claustro de la Seu es el más airoso y alto que he visto. Hecho en estilo gótico, es, para mi gusto, lo mejor de la construcción.

El templo, que ya no tiene culto de ningún tipo es una catedral gótica con bastantes vestigios románicos. Merece la pena la visita. Después de rodear la imponente construcción volvimos, por donde habíamos llegado, a la plaça de Sant Joan y sus calles céntricas por las que paseamos en una zona comercial bastante concurrida. En una de sus cafeterías tomamos un buen resopón que nos serviría hasta que llegásemos a Andorra.

El camino no resultó malo pero el tiempo fue a peor conforme nos alejábamos de Lérida. Los Pirineos se hacían patentes al paso del pantano de Oliana, que para nuestra sorpresa se encuentra al cincuenta por ciento de su capacidad. Pasamos por la Seu d´Urgell y casi sin darnos cuenta entramos por la frontera sin que ni siquiera nos pidiesen el carnet de identidad. Nuestro destino es el centro de Andorra la Vella frente al los Almacenes Pyrénées y donde permaneceremos seis días.

Razones familiares nos han hecho adelantar este viaje, que habíamos programado para primavera, así es que no nos podemos quejar del tiempo, pero doce grados bajo cero es frío negro al que no estamos acostumbrados.

Solución: pasar el tiempo dentro de los centros comerciales y en cafeterías o lugares bajo techo y bien calefactados. Andorra la Vella está situada en un valle rodeado de cumbres nevadas por todas partes y como estamos en Febrero ...

Me resultó grato ver tomate frito o espárragos de Mata en las estanterías del centro comercial Los Pyrénées. El comercio es la base económica de Andorra aunque ya no es lo que era en los años setenta, los precios son muy similares a los españoles y en algunos productos, algo más caros, pero hay algunas ventajas que, quizás, son las que mantienen el ingente comercio que llena sus calles. Su oferta es extraordinaria, en productos franceses y europeos en general. Por poner un ejemplo si deseamos comprar una botella de Oporto, en Jaén podemos encontrar una variedad muy limitada, dos o tres marcas a lo sumo, en Andorra están todas y en vinos y licorería se ven precios algo más bajos que en España.

Los productos electrónicos y de telefonía son de precios similares a los españoles, pero por contrapartida la gasolina es más barata. Las marcas de ropa están todas y con variedad, productos lácteos y chocolates, patés y delicatessen, perfumes y joyería, compiten con alguna ventaja a la oferta española..., pero bueno de lo que se trata es de divertirse y esto de comprar, ver y probarse son cosas que siempre nos ha gustado a casi todos.

El domingo catorce decidimos salir de Andorra para visitar la Seu d´Urgell. Estuvimos en la catedral y recorrimos el centro de la villa hasta que se acercó la hora de comer, cosa que teníamos programada de antemano. tomamos la carretera que va a Puigcerdá, y de seguida llegamos al pueblecito de Alas. Allí comimos en un restaurante llamado Dolçet en la calle Zulueta. Antigua fonda especializada en las recetas tradicionales de la comarca del Alt Urgell. Platos caseros muy bien elaborados. Raciones abundantes y generosas, acompañadas de los postres catalanes clásicos.

No hay carta y los platos los recitan de viva voz, no es barato pero tiene calidad y calidez en el trato, así es que al salir satisfecho no te deja la sensación de que te hayan estafado. Encontramos mesa por casualidad y eso que es grande.

La estancia en Andorra tocaba a su fin y el lunes por la mañana, tomamos las de Villadiego para llegar a Zaragoza donde pensábamos pernoctar. Sin ningún evento digno de mención hicimos el viaje y a eso del mediodía tomamos habitación en el Hotel NH que hay cercano a la antigua estación del ferrocarril. Instalaciones discretas, aunque es un cuatro estrellas. Llevábamos el desayuno incluido, pero como si no lo hubiesen ofrecido, se podía renunciar perfectamente a él.

La tarde era desapacible pero pudimos pasear por la ciudad, visitar el Pilar y comprar Frutas de Aragón que no son otra cosa que trozos de naranja escarchada, guindas, etc., recubiertas de chocolate. Muy ricas.

El retorno a Madrid el día siguiente, no tuvo problemas, pero imponía la nevada que había caído la noche anterior. Los alrededores de la autovia eran un paisaje blanco que no nos abandonó hasta llegar a Guadalajara.
En Madrid..., mi nieto Mario... ¿Que voy a decir?..., se me pone una sonrisa en la cara que si no fuera por las orejas, la boca me daba la vuelta...