10 marzo, 2010

Desde Alcaudete a Andorra por etapas..., y viceversa

Lo que no viene en las guías

Hace dieciséis años viajé del tirón desde Andorra a Jaén y ese día fui consciente de que no volvería a repetir semejante "proeza", así es que ahora, que he decidido volver a este pequeño país, me lo he tomado con calma.
El jueves cuatro de febrero de 2010, salimos con un tiempo bastante malo en dirección a las Lagunas de Ruidera. Hace tiempo que no las visitaba y con lo que ha llovido este año, seguro que estarían preciosas. Lo malo, el tiempo lluvioso que nos acompaña todo el trayecto.

Ruidera es un lugar extraordinario, las lagunas caen en cascada unas sobre otras y como están tan llenas es impagable su contemplación. Una tregua con la lluvia nos permitió recorrer las más importantes, hasta que decidimos entrar en un pequeño restaurante llamado Casa Victorino, para tomar un caldo de cocido exquisito y unas gachas manchegas en su propia sartén, con "tos los avíos", (morcilla, chorizo, costillas adobadas y lomo de orza). Plato sencillo y contundente que fuimos incapaces de acabarlo. Cuando me enfrento ante estos manjares tradicionales, populares y caseros no puedo por menos que pensar en las comidas que tomamos a veces, mal preparadas, mal cocinadas y caras, pero bautizadas con nombres rimbombantes que se completan con alguna palabreja en francés o inglés.

El tiempo volvió por sus fueros y una pertinaz llovizna no nos dio otra opción que regresar a Manzanares para enclaustrarnos en el Parador Nacional, donde íbamos a pernoctar.
La mañana siguiente amaneció con un tímido sol que acompañó todo nuestro camino a Madrid. La capital de España es un lugar donde nadie se siente forastero y que siempre encierra sorpresas agradables, espectáculos y exposiciones únicas, paseos gratificantes y entre otras lindezas a mi nieto Mario, niño querido y precioso con el que vamos a celebrar su quinto mes de vida.
El lunes ocho salimos de Madrid en dirección a Lérida y nos encontramos con un embotellamiento de considerables proporciones en la M-30. Intento librarme de este tapón y solo consigo meterme en otro en la M-40. Una hora perdida entre miles de vehículos hasta que llegamos a la R-2 que nos lleva en dirección a Zaragoza. Aquí desaparece el traficazo, pero no la lluvia que sigue martilleando el parabrisas hasta que llegamos a la altura de la Almunia de Doña Godina, en cuya cercanía nos paramos para comer algo en el restaurante de un hotel llamado la Bodega. El sitio está bien pero su cocina es de lo más mediocre, así es que no recomendaré a nadie su visita. En algo más de una hora y media llegamos a Lérida y debido a que sigue lloviendo, decidimos quedarnos en el hotel hasta la mañana siguiente en espera de que mejore el tiempo.

El hotel es el Condes de Urgell, un cuatro estrellas a pie de la antigua carretera a Barcelona, que casi se ha quedado incrustada en el ensanche de la ciudad. Es una instalación moderna y confortable y que tiene WiFi y aparcamiento cubierto para los clientes, condiciones casi imprescindibles que procuro a la hora de hacer reserva.

El martes amaneció con nubes y claros, así es que decidimos conocer Lérida, por la que siempre habíamos pasado sin parar. Nos dirigimos al centro urbano y para ello cruzamos uno de los puentes que salvan el río Segre. Enseguida nos topamos con un parking subterráneo y ya estamos en el mismo centro, la Plaça de Sant Joan.

Aquí, unas escaleras mecánicas nos acercan a unos ascensores que por veinte céntimos de euro nos dejan al pie de la antigua catedral o Seu Vella. Situada sobre una colina que domina la ciudad y el río que la atraviesa. En su lugar, hubo una catedral visigoda, una mezquita, y una catedral románica y gótica hasta que Felipe V en el comienzo del siglo XVIII la convirtió en cuartel, estando el edificio dedicado a estos menesteres hasta que en 1948, el ejército español salio del lugar y posibilitando su restauración. El claustro de la Seu es el más airoso y alto que he visto. Hecho en estilo gótico, es, para mi gusto, lo mejor de la construcción.

El templo, que ya no tiene culto de ningún tipo es una catedral gótica con bastantes vestigios románicos. Merece la pena la visita. Después de rodear la imponente construcción volvimos, por donde habíamos llegado, a la plaça de Sant Joan y sus calles céntricas por las que paseamos en una zona comercial bastante concurrida. En una de sus cafeterías tomamos un buen resopón que nos serviría hasta que llegásemos a Andorra.

El camino no resultó malo pero el tiempo fue a peor conforme nos alejábamos de Lérida. Los Pirineos se hacían patentes al paso del pantano de Oliana, que para nuestra sorpresa se encuentra al cincuenta por ciento de su capacidad. Pasamos por la Seu d´Urgell y casi sin darnos cuenta entramos por la frontera sin que ni siquiera nos pidiesen el carnet de identidad. Nuestro destino es el centro de Andorra la Vella frente al los Almacenes Pyrénées y donde permaneceremos seis días.

Razones familiares nos han hecho adelantar este viaje, que habíamos programado para primavera, así es que no nos podemos quejar del tiempo, pero doce grados bajo cero es frío negro al que no estamos acostumbrados.

Solución: pasar el tiempo dentro de los centros comerciales y en cafeterías o lugares bajo techo y bien calefactados. Andorra la Vella está situada en un valle rodeado de cumbres nevadas por todas partes y como estamos en Febrero ...

Me resultó grato ver tomate frito o espárragos de Mata en las estanterías del centro comercial Los Pyrénées. El comercio es la base económica de Andorra aunque ya no es lo que era en los años setenta, los precios son muy similares a los españoles y en algunos productos, algo más caros, pero hay algunas ventajas que, quizás, son las que mantienen el ingente comercio que llena sus calles. Su oferta es extraordinaria, en productos franceses y europeos en general. Por poner un ejemplo si deseamos comprar una botella de Oporto, en Jaén podemos encontrar una variedad muy limitada, dos o tres marcas a lo sumo, en Andorra están todas y en vinos y licorería se ven precios algo más bajos que en España.

Los productos electrónicos y de telefonía son de precios similares a los españoles, pero por contrapartida la gasolina es más barata. Las marcas de ropa están todas y con variedad, productos lácteos y chocolates, patés y delicatessen, perfumes y joyería, compiten con alguna ventaja a la oferta española..., pero bueno de lo que se trata es de divertirse y esto de comprar, ver y probarse son cosas que siempre nos ha gustado a casi todos.

El domingo catorce decidimos salir de Andorra para visitar la Seu d´Urgell. Estuvimos en la catedral y recorrimos el centro de la villa hasta que se acercó la hora de comer, cosa que teníamos programada de antemano. tomamos la carretera que va a Puigcerdá, y de seguida llegamos al pueblecito de Alas. Allí comimos en un restaurante llamado Dolçet en la calle Zulueta. Antigua fonda especializada en las recetas tradicionales de la comarca del Alt Urgell. Platos caseros muy bien elaborados. Raciones abundantes y generosas, acompañadas de los postres catalanes clásicos.

No hay carta y los platos los recitan de viva voz, no es barato pero tiene calidad y calidez en el trato, así es que al salir satisfecho no te deja la sensación de que te hayan estafado. Encontramos mesa por casualidad y eso que es grande.

La estancia en Andorra tocaba a su fin y el lunes por la mañana, tomamos las de Villadiego para llegar a Zaragoza donde pensábamos pernoctar. Sin ningún evento digno de mención hicimos el viaje y a eso del mediodía tomamos habitación en el Hotel NH que hay cercano a la antigua estación del ferrocarril. Instalaciones discretas, aunque es un cuatro estrellas. Llevábamos el desayuno incluido, pero como si no lo hubiesen ofrecido, se podía renunciar perfectamente a él.

La tarde era desapacible pero pudimos pasear por la ciudad, visitar el Pilar y comprar Frutas de Aragón que no son otra cosa que trozos de naranja escarchada, guindas, etc., recubiertas de chocolate. Muy ricas.

El retorno a Madrid el día siguiente, no tuvo problemas, pero imponía la nevada que había caído la noche anterior. Los alrededores de la autovia eran un paisaje blanco que no nos abandonó hasta llegar a Guadalajara.
En Madrid..., mi nieto Mario... ¿Que voy a decir?..., se me pone una sonrisa en la cara que si no fuera por las orejas, la boca me daba la vuelta...

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