28 septiembre, 2008

El avión vacío








Historias para no dormir en Alcaudete

Abrió solamente un ojo, el derecho, y miró por la ventanilla. Todo estaba blanco, un blanco níveo, no se veía absolutamente nada y volvió a cerrar el ojo. El ruido de los motores era suave e invitaba a dormir, pero pensó que había dormido bastante. Siguió con los ojos cerrados. Paladeó varias veces comprobando que tenia la lengua seca, se debía haber dormido durante el vuelo... ¿que vuelo? Abrió de golpe los ojos y efectivamente estaba en un avión, ante sí el pañito del asiento de delante con las siglas de KLM, ¿que hacia él en un vuelo de las lineas holandesas?, ¿iba o venía? Volvió a cerrar los ojos. Recapituló y se dio cuenta de que no recordaba nada. Permaneció quieto y con los ojos cerrados pensando en lo que había hecho la mañana anterior..., nada que no se acordaba... -Bueno, no pasa nada- se dijo, -ya me acordaré estaba profundamente dormido y me he despertado de golpe...
Había oído decir que a veces se padece una amnesia temporal por la causa más nimia y el que nunca le hubiese pasado no quería decir que no le iba a ocurrir a él y ¿cómo sabía que nunca le había ocurrido?
Pues... -Por la misma razón de que me llamo Leo- dijo y al mismo tiempo dirigió su mano derecha al bolsillo del pantalón. Si, allí notaba el bulto de su cartera. Era difícil sacarla con el cinturón del asiento abrochado, así es que abrió los ojos y se percató de que la indicación de abrocharse los cinturones estaba apagada, se lo soltó y sacó el monedero del bolsillo abriéndolo de inmediato. Casi se le cae el resguardo de la tarjeta de embarque..., vuelo KL2465, de Amsterdam (Schiphol)-Madrid, asiento 12F ventanilla. Lo guardó y se quedó mirando su DNI, Leoncio Luque López, soltero, nacido en Alcaudete el doce de mayo de mil novecientos treinta y ocho, o sea setenta años de edad... pues claro, qué tontería, ya se acordaba -Las tres eles, el lelo loco que me decían en el cole...
Cerró de nuevo los ojos. Sí, ya empezaba a recordar vagamente, el mostrador y la azafata en Amsterdam, la tarjeta de embarque y las dos figuras de bronce que tuvo que sacar de la maleta a facturar. Se pasaba en casi dos kilos y le querían cobrar casi noventa euros, menos mal que las pudo acoplar en el equipaje de mano...- Debería beber algo, tengo sed...en cuanto vea a la azafata...
Se guardó el monedero en el bolsillo y miró a su izquierda.-No hay nadie- Efectivamente, los dos asientos a su lado estaban vacíos y al otro lado del pasillo más de lo mismo. Se puso en pie y quedó estupefacto, todo el avión estaba vacío, parpadeó con insistencia y una sonrisa se le heló en la boca.-¿Será posible?¿Como puede estar vacío si recuerdo...?¿o no?

Salió y se colocó en medio del pasillo, delante y detrás, nadie... Comenzó a caminar hacia la parte de atrás y se detuvo ante la puerta del lavabo.- Señorita...,azafata..., ¿me oye?...- Allí no había nadie. Entró en el lavabo y pulsó el grifo. El agua no sabía bien pero tragó varias bocanadas..., se miró en el espejo y se peinó con las manos húmedas ... -Ahora cuando salga, todos estarán en sus asientos..., todo esto es una alucinación, ¡seguro!- Ahora recordaba las palabras del piloto al despegar, primero en holandés, después en inglés y por último en un español bastante bueno... “ Les habla el comandante Matthiessen,viajamos con un tiempo excelente hacia Madrid-Barajas a bordo de un Boeing 737 de KLM, realizaremos el vuelo a una altitud de 40,000 pies, para que entiendan unos doce kilómetros, la velocidad será de novecientos kilómetros por hora y tardaremos unas dos horas y media en....”
Salió al pasillo. El avión seguía su marcha y no se veía a nadie en el interior del aparato. Se volvió a asomar por una ventanilla y ... nada, el blanco más blanco y luminoso. Lentamente fue avanzando hacia la cabina de los pilotos, fila 12, 11, las cortinas de separación con clase Business, fila 10, 9 ..., y la puerta de cabina. Tocó tímidamente primero y después con más fuerza, puso la mano sobre el picaporte y abrió. Allí no había nadie. Los paneles de lucecitas estaban encendidos y desde luego el avión estaba en marcha, aunque por las ventanas frontales sólo se veía el mismo blanco cegador. De pronto sintió que tenía alguien detrás, se giró y allí estaba ella, la azafata de KLM con su sonrisa eterna y con un cutis tan transparente que casi se le veían los huesos de la cabeza y en sus manos un catavinos con vino de Jerez...




-¿Quiere tomarse la copa o nos vamos ya...?
... Entonces lo entendió todo.

Eduardo Azaustre Mesa
Alcaudete, septiembre de 2008

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