10 diciembre, 2008

De paradores por la Vía de la Plata

Lo que no viene en las guías


Durante siete días voy a realizar la Vía de la Plata por Extremadura recorriendo encadenados todos sus paradores nacionales. El primer destino es Zafra y resulta necesario salir a las nueve de la mañana, por lo menos, para llegar al medio día. El tiempo se muestra espléndido este primer domingo de Octubre y el camino no está mal pero, desde Córdoba, no hay casi gasolineras y los restaurantes y bares son casi nulos, así es que ojo al dato.


La primera sorpresa es que Zafra celebra la Feria Internacional de Ganados. llegamos a las doce menos cuarto y arribamos en caravana durante seis kilómetros por culpa de la aglomeración de vehículos que atrae la feria. El parador está hasta los topes y es difícil aparcar. Antes de acercarnos al ferial nos tomamos un surtido de ibéricos con queso de oveja en una terraza al lado del parador, en la plaza de España. La terraza se llama Gabi y su especialidad es el bacalao rebozado, las setas en caldereta y las carnes a la brasa. Después nos pertrechamos de un sombrero y a la feria.
Es una gozada poder visitar los stand con una muestra muy importante de ganado que se presenta a concurso, el porcino, bovino, ovino, caballar y caprino (hacía mucho tiempo que no sentía el olor de las cabras). La feria durará hasta el día 8 y hoy domingo está a tope. Vuelvo a escuchar la expresión tan extremeña “Ave” que la repiten constantemente. Regresamos al parador para descansar hasta que salgamos más tarde y cuando lo hacemos nos topamos, justo al lado del parador, la calle Sevilla que termina en la plaza Grande. Nos acercamos a la colegiata y nos situamos ante el retablo de Zurbarán, casi no me entero de la misa hipnotizado por los cuadros del retablo. Después callejeamos caminando hacia la plaza Chica y recomiendo vivamente visitar las bodegas de Jaloco muy cerca de la misma, son estupendas y sus vinos de lo mejorcito. Después apetece un nuevo paseo por la feria que sigue en ebullición aunque ya se han cerrado los pabellones de ganado.


Al día siguiente visitamos Almendralejo al paso, merece la pena, ¡pedazo de ciudad!, el ayuntamiento está en la casa donde nació Espronceda, que nació el mismo día que yo, pero doscientos años antes.


Seguimos a Mérida, y es la primera vez que no me pierdo al entrar en esta ciudad, señal de que ha mejorado su señalización, por eso entramos directos al aparcamiento del parador. Mérida es la ciudad que menos me gusta de Extremadura pero no por eso voy a renunciar a pasear cerca del museo romano y por sus calles comerciales y céntricas. Por experiencias de anteriores visitas sé que la mejor opción es comer en el parador y así lo hago. Imprescindible pedir de postre Técula Mécula, prueba de que los árabes no son los que inventaron el mazapán, esta tarta es de origen romano y nunca he comido nada igual. Una recomendación a no olvidar es no ir a comer al restaurante Nicolás, local con pretensiones en un chalet del centro, que en visitas anteriores me trató fatal.


Al día siguiente cogemos la autovía hasta Cáceres, ciudad insuperable y preciosa, la visita guiada por su recinto amurallado es imprescindible y muy gratificante. La oferta en bares y cafeterías es muy buena pero por recomendar algo, no puedo olvidar la pulguita de jamón ibérico que me tomé en Zeppelin que está al principio de la calle Virgen de la Montaña. Una muy buena opción de restaurante es El Atrio, que está algo escondido, pero para mi gusto es imprescindible comer en el Figón de Eustaquio (probar las ancas de rana, las hacen como nadie). El parador es más pequeño de lo que creía, pero muy coqueto y de nivel, en su comedor sirven un solomillo de ibérico que no se olvida fácilmente.

El viaje a Trujillo es bastante corto y se hace al lado de la nueva autovía que está finalizando sus obras. Se nota mucho la vuelta que le han dado a esta población, hasta el parador está muy remozado, su decoración se parece a la del Palacio de Bailío, el cinco estrellas de Córdoba. Es maravilloso el paseo por la ciudad medieval y la visita a los templos (pagando), merece la pena. Este es el primer día que podemos comer de cuchara en paradores, judiones con codornices y guiso de patatas con costillas de ibérico, lástima que se esté perdiendo la costumbre de aviar guisos.
Dejando a nuestra derecha el parque de Monfragüe y pasando por dentro de Navalmoral de la Mata nos encaminamos a Jarandilla de la Vera. Aquí empezó mi viaje por estas tierras hace más de quince años y mis recuerdos son maravillosos. El parador sigue cumpliendo las expectativas más exigentes y en su comedor se sirve la caldereta de cabrito más exquisita que se pueda comer. Losar, Valverde y Villanueva de la Vera no han mejorado, al contrario, creo que ha empeorado su estética. En el tiempo que ha pasado desde que vine por aquí, no han sido capaces de eliminar los cables de la luz y del teléfono o los coches, que anárquicamente se han apoderado de las fachadas y de las calles. ¡Lamentable!
Aún así, el que no haya venido nunca se seguirá asombrando del potencial turístico de estas aldeas.
En Jarandilla, el antiguo restaurante “Puta parió”, donde habitó el mayordomo del emperador Carlos V, ha progresado y se ha remozado creando cerca una tienda de delicatessen extremeñas. En el paseo que hice en este pueblito de la Vera por la tarde, pude retratar una antigua abadía templaria y una picota de piedra, de las pocas que van quedando por España.
Al día siguiente partimos hacia Plasencia donde pasaremos los dos últimos días de la ruta. Imprescindible parar en Cuacos de Yuste para visitar el monasterio donde vivió sus últimos días el emperador. En la cripta, que está bajo el altar mayor, se conserva el ataúd donde lo pusieron al morir y me impresionó mucho lo pequeño debió ser de estatura.
El parador de Plasencia es de nuevo cuño en el convento gótico de Santo Domingo, fundado por los Zúñigas a mediados del siglo XV. Sus habitaciones, comedores, claustros, estancias y hasta el garaje con ascensor para los coches son una gozada, pero es tan magnífica la oferta en bares y restaurantes de esta ciudad que solo desayunamos en el parador.

La iglesia del convento donde está el parador es tan grande como Santa María de Alcaudete y está dedicada a Museo de Semana Santa de Plasencia, ¡Fantástico! Otra visita para no perderse son sus dos catedrales adosadas.
El café Español ¡Que bonito nombre para un café! ofrece españolitos, especie de minibocadillos exquisitos y variadísimos que te ofrecen con la bebida, o sea que se tapea muy bien. Dentro tienen un buen comedor donde te sirven unas migas extremeñas con huevos fritos que quitan el sentío y el choto al ajillo, casi sin huesos, es delicioso.

Otro lugar con solera para comer es el Rincón Extremeño en un callejón al lado de la plaza Mayor, sus criadillas de la tierra, especie de trufa blanca, son estupendas y sus guisos extremeños insuperables. Tienen además de la carta, un menú bastante económico.
Me olvidaba de recomendar que para beber por estos pagos hay que pedir los vinos de la Tierra de Extremadura que no tienen nada que envidiar a los Riojas o demás que nos ofrecen por los bares. Una buena opción es pedir vino de pitarra. La pitarra es una gran vasija de barro donde se hace el vino por estas tierras y tiene la particularidad de dar un vino excelente y nunca peleón, “...o sale buena la pitarra o el mosto es para vinagre, no hay medias tintas”. Antes de regresar a Alcaudete me pertrecho, en una de las múltiples tiendas de delicatessen, de un buen surtido de ibéricos, morcilla patatera, quesos y vinos de Extremadura para invitar a mis amigos, que de seguro me lo agradecerán.

El guateque

Recuerdos de los sesenta


El bachillerato se estaba poniendo muy pesadito, los primeros cursos por libre dieron paso a la matriculación en el instituto de la capital para hacer sexto con reválida y el gasto que eso traía consigo estaba esquilmando la precaria economía familiar, cosa que repercutía en el escaso dinero que tenía para divertirse. Era casi obligado venir todas las semanas al pueblo, pues aunque la alsina no era gratis, Paco se podía traer la ropa sucia para llevársela limpia y planchada el lunes, amén de algunas vituallas que daban de sí casi toda la semana. También estaban los guateques que casi cada tarde de sábado o domingo se organizaban donde se podía, unas veces en la cochera de Evaristo, otras veces en los sótanos del Edu y en algunas ocasiones fuera del pueblo en un cortijo cercano con el consiguiente trajín para desplazarse, que le pregunten a Josico la de viajes que tenía que hacer con la Lambreta de su padre para trasladar amigos y chismes o si no al socorrido camioncillo del Samba en cuyo cajón y en sillas de enea viajaban casi veinte, entre amigos y nenas.


Paco se libraba casi siempre de la decoración del local, cosa para la que no faltaban voluntarios, pero si que tenía que recaudar las perras a escote que entre todos juntaban para la bebida y después comprarla. Ni que decir tiene que las nenas no pagaban, ningún muchacho de la década de los sesenta podía consentir semejante cosa, solo alguna chica aportaba unas patatillas de boda caseras o una damajuana chiquita de aceitunas.
Paco disfrutaba del baile y aprovechaba esta circunstancia para relacionarse con el sexo opuesto. Tenia buen cartel, era estudiante y eso no era cosa corriente así es que no le faltaban voluntarias para moverse al compás de “... cuando calienta el sol, allá en la playa...”. Victoria era la mejor para estos bailes, era alta y un poco gordita, muy guapa, de ojos verdes y grandes, y con un pelo negro, largo y rizado que olía a una mezcla de Maderas de Oriente y a zalea de cordero lechal. A la segunda pieza de agarrao se amorcillaba un poco y aflojaba la tensión que ponía en su brazo para mantener a raya a Paco y se acaloraba un tanto dejando salir cor su escote un tenue olorcillo a morcilla.



Patro era de las más marchosas, rubita, pequeñita y delgada tenía metido el ritmo en el cuerpo y era ideal para bailar aquello de “No vemos presumida no te puedo aguantar, esas puntadas tuyas no las puedo pasar...” de los Teen Tops y Enrique Guzmán, o si no “La Plaga”, rock que dejaba la frente de Paco perlada de sudor.



A Paco le gustaba curiosear durante un buen rato los nuevos discos que se traían a cada guateque, se acercaba a la mesa del picú y revolvía entre vinilos de Adamo con “Un mechón de tu cabello”, Paul Anka con “Diana”, Neil Sedaka con su “Oh Carol”, Cliff Richard y los Shadows tocando “Apache”, o los grupos españoles como los Sirex, Duo Dinámico, los Salvajes, José Guardiola, Bruno Lomas y Mike Rios.
“Lolita, tu tienes una forma de bailar que me fascina...” sonaba casi siempre que Paco y su amigo Fermín se tomaban a cortos sorbos un cacharro de Coca Cola con Larios, departiendo sobre las nenas que habían venido al guateque, pasando de las risitas y cuchicheos de las mismas. Entre ellas había una, Mari la de Almogía también apodada la Churrera, que siempre olía a fritos y a churros, a la que le gustaba tomarse palomitas de anís y que cuando se achispaba un poquillo cantaba aquello de:

Un cateto de Almogía
le decía a su mujer,
no te peles que es veneno
mala puñalá te den.


Tenía Mari un hermanito chico, revoltoso y travieso, que se llevaba siempre a los guateques y que, por deporte y diversión se dedicaba a sobarle las nalgas a las nenas mientras bailaban, esto daba lugar al correspondiente chillido de protesta y el consiguiente coscorrón de su pareja de baile, que era respondido entre lloriqueos con un “SsChudo, sschudo maicón , que te pones mu sschudo cuando estas baidando...”. Si daba demasiada morcilla recibía la reprimenda de su hermana Mari, la Churrera, y entonces, en venganza, le cantaba con voz gangosa y sorbiéndose los mocos..., “si quiedes vivid agusto cásate con la chudeda, estadás toda da noche chudo dentro chudo fueda”.

En el guateque estaban todos los prototipos: el tímido, que no era capaz de sacar a bailar y miraba desde la mesa de los discos y el picú a la chica que le tenía atontado, el feo introvertido, que ponía los discos o preparaba las bebidas, sin bailar tampoco, el espabilao, que era feo pero resultón, y que bailaba con todas, el guaperas, que tenía un llenazo y se dejaba querer, con esos aires, imitando al Delón en “A pleno Sol” y esa superioridad de que hacen gala los que son unos creídos... Por otro lado, las chicas aceptaban los requerimientos de los que no les hacían tilín y rechazaban al nene de sus sueños por aquello de hacerse valer. También estaba la Petra, una feucha medio bizca que venía siempre con Victoria, sempiterna redentora de amoríos frustrados, que por regla general se ponía al lado del feo introvertido a hacerle compañía en su soledad.



En el guateque, la castidad estaba garantizada, primero porque todas las nenas eran unas reprimidas y los varones no tenían el valor suficiente, además estaban las carabinas, Petra era una de ellas, que amenazaba continuamente con chivarse y por otro lado estaba la madre de turno que se daba una vuelta por el baile, como el que no quiere la cosa y hasta el cura párroco que en más de una ocasión se colaba de rondón y era capaz de emplazar al más pintado ante el confesionario por una mano más o menos colocada en un trasero. El brazo izquierdo femenino se asentaba por lo general fuertemente en el pecho masculino haciendo palanca y costaba uno y mil intentos provocar el roce más inocente. En el guateque todo era ilusión, simpleza, inocencia, romanticismo en una nube de feromonas y buen rollito como se dice ahora.
Paco temía el momento en el que Petra, decía aquello de “Nos tenemos que ir, que si no nos van a castigar...” y todas por igual asentían creando la desbandada que liquidaba el guateque, entonces se acercaba a Victoria y salían cogidos de la mano hasta los alrededores de su casa, cosa que le provocaba la misma excitación que cuando, mientras bailaban, rozaba su pierna o sentía su respiración en la mejilla.


Después de repartir a las nenas por sus casas, acabado el guateque, Paco y Fermín daban un paseo por el solitario parque, Paco era un enamorado de las motos y como su amigo Fermín trabajaba en el taller de motos y bicis de su padre, tenían tema de conversación asegurado. Por otro lado a Fermín le encantaba escuchar a Paco hablar de las noticias, las pelis y las cosas de la capital: La proeza del ruso Yuri Gagarin, primer cosmonauta de la historia y los Ovnis eran una de sus conversaciones preferidas. Así como los programas de televisión que Paco veía en su residencia de estudiante: “Escala en Hi-fi”, “Un millón para el mejor”, “Cesta y puntos”, o las series de “Perry Mason” y “Bonanza”.

Por aquel entonces el Cordobés revolucionaba con el salto dela rana los ruedos de las plazas de toros y Marisa Medina decía las noticias con aquella sonrisa tan sensual.

UN BODEGÓN Y OLIVOS AL ÓLEO


Peñiscola para "carrozas"

Lo que no viene en las guías

En la calle principal de la zona moderna, que va de la Plaza de la Constitución a la bahía y en dirección al casco histórico, hay una inmobiliaria que expone en sus escaparates una colección de fotografías antiguas en donde se pueden apreciar los espectaculares cambios que se han producido en Peñíscola. Cuento esto porque hacía unos treinta años que no iba a este lugar y mis recuerdos se parecen más a las vetustas fotos que a lo que contemplo en la actualidad.
Peñíscola es un enclave impresionante se mire como se mire. Su maciza fortaleza fue objetivo primordial de órdenes militares, desde los Templarios a los de Montesa, sede del papa Luna y bastión de la guerra de la Independencia, resistiendo a los cañones franceses.
Las autoridades culturales castellonenses han hecho mucho por recuperar el entorno, pero no han sabido involucrar a los vecinos y constructores para que en el recinto amurallado se construyeran viviendas con apariencia acorde a lo que debería ser por proximidad al castillo. La circulación y aparcamiento de vehículos en el casco histórico, las antenas de TV y el cablerío de alumbrado y teléfonos, son los principales obstáculos para optimizar la estética del lugar. Otra cosa es el paseo marítimo que llega a Benicarló, totalmente atiborrado de edificios de hoteles y apartamentos que a lo largo de siete u ocho kilómetros discurre al lado del mar con una cuidada y limpia playa por la que es una gozada pasear en otoño.
He fijado mi residencia en el Hotel Ágora, con Spa y todos los avíos, estrenado este mismo año, es lo más de lo más en lo que a diseño y modernura se refiere, pero estamos en Noviembre y tienen que adecuarse al mercado que queda debido a fechas y crisis, por lo que el buffet de autoservicio alimentario no es lo que se corresponde a un cuatro estrellas. También es verdad que el precio es muy asequible.

En Peñíscola está la fortaleza y el paseo marítimo y eso da para lo que da, así es que hay que programar una serie de visitas a los alrededores que hagan amena la semana que vamos a permanecer aquí y el primer lugar que visitamos es Morella. Esta ciudad amurallada está en ruta de Vinaroz a Zaragoza y aunque la carretera es buena, en su último tercio te hartas de curvas. He visto pueblos medievales mejor conservados y más espectaculares pero ya que estoy aquí aprovecho para admirar su cerco amurallado, la catedral, que bien merece ser visitada, y su calle principal que está porticada a lado y lado. Imprescindible tomar un café con leche y unos laons de Morella, especie de empanadilla rellena con una pasta de requesón y almendra, rico, rico.
Tortosa es otra ciudad a visitar. Tomando la AP-7, siempre a base de pagar peaje, te deja muy cerca. Como siempre, lo más perentorio es encontrar donde dejar el coche lo más céntrico posible, cosa no muy difícil.


Lo primero visitar el Ebre, como sus habitantes dicen, lleno a tope y que en unos pocos kilómetros se pierde en el mar Mediterráneo, por mucho que me lo expliquen no entiendo los grandes letreros en sus laterales que dicen no al trasvase. Al lado del río, el Mercado Municipal, imponente y espectacular, me encantan sus puestos de pesca salada donde el bacalao es el rey. Los cuidados bares de su interior repletos de exquisiteces, bocadillos y tapas que son la delicia de los que vienen aquí a comprar.


Luego hay que callejear y visitar su catedral que tiene una importante exposición permanente, después es imprescindible subir al castillo, que es Parador Nacional, aunque para ello hay que atravesar una zona antigua, vieja, abandonada y ruinosa que ha sido dejada en manos de okupas, marroquíes en su mayor parte, que no es lo que esperábamos para esta zona.
Una curiosidad de origen medieval, que me llamó la atención, es la Cucafera, especie de tortuga o dragón gigante sin patas pero que dispone de una cabeza semejante a la de un cocodrilo, que mueve adelante y atrás constantemente y que tiene unas hermosas orejas. Por lo visto este bicho se alimenta de gatos y algún que otro niño, siendo en la procesión de la Virgen de la Cinta, patrona local, donde se exhibe con arrogancia para jolgorio de los que la contemplan.

Otra excursión a realizar es la visita a Castellón, capital de la provincia por la que hay que pasear su moderno centro urbano, lleno de buen comercio que se encuentra ubicado entre el carrer d´Enmig, o sea la calle de Enmedio y la calle Mayor. Como sabéis lo primero que busco en una ciudad es su mercado y el Mercat Central de aquí es de impresión. Está separado el pescado del resto por la cantidad de paradas y la abundancia de la oferta. Deambular por entre los repletos mostradores donde hay de todo y hasta bien de precio es alucinante ¡Que variedad y que frescura de pescados!
Al lado el Ayuntamiento y la concatedral, con su torre exenta, en una plaza gemela a la que hay al otro lado del mercado repleta de bares y que la tienen llena de mesas y veladores.
Hace dos días solamente que se inauguró en la concatedral la exposición cíclica que La Llum de les Imatges (La Luz de las imágenes), que en esta ocasión se llama Espais de Llum (Espacios de Luz) y como es natural no me la podía perder. Cuadros primorosamente restaurados, la propia concatedral está perfectamente restaurada, y óleos e imágenes de varias épocas componen una muestra que se complementa con la que hay en Burriana y Villa Real.
Ya he tenido oportunidad de ver varias exposiciones en distintos años de esta muestra de La Luz de las Imágenes y nunca me ha defraudado, al igual que la que desde hace tiempo se realiza cíclicamente en Castilla León y que llaman Las Edades del Hombre y la que hacen en la región de Murcia, llamada Huellas.
Hablo con algunas personas que visitan la exposición y al comentarles que mi tierra es la cuna del Barroco y detallarles parte de la ingente cantidad de arte sacro, catedrales y conventos que hay en Andalucía, me dicen con socarronería que por qué no se hace esto mismo en mi tierra. No se que contestar y no alcanzo a comprender la razón de que no hayamos sido capaces de crear algo tan bello y con tanto potencial artístico y turístico. Seguro que nadie encuentra respuesta a esta cuestión ¿o quizás si?
He dejado para el último día lo más cercano, Benicarló y Vinaroz, enclaves típicamente veraniegos. No dan para más de una mañana entre las dos y paradógicamente es mejor y más bonito Benicarló (tierra de las alcachofas) aunque sea una ciudad de menor importancia. Ambos pueblos tienen un buen mercado municipal y es lógico que su oferta sea inferior a la que vimos en Castellón, lo que no entendemos es que sus precios sean bastante más caros que en la capital (lo único bien de precio son las naranjas y las mandarinas). Por otro lado se entiende que su progreso se debe fundamentalmente a la cantidad de veraneantes que acogen cada año y que en algunos casos, triplica su población habitual.