Eran las diez de la mañana del Domingo de Ramos cuando salimos de Alcaudete rumbo a Almería.
Un nuevo socavón en la A-92 (..., y ya van...,) nos hace recuperar la antigua ruta a Guadix, pasando por Alcalá la Real e Iznalloz. La idea es parar en los tenderetes de cerámica, que hay a pie de autovía y a la altura de Purullena.
Cierto que es divertido parar en estos sitios, máxime cuando hay algún bareto en el que tomar un resopón, pero en modo alguno se va a encontrar en estos puestos de suvenirs y cerámicas ganga alguna. Se da la paradoja de que compramos un puchero de barro para usar en la vitrocerámica, que unas semanas después, encontramos, mucho más barato, en la Ferretería la Herradura de Alcaudete.
Una vez en la autovía que nos llevaba a Almería, pudimos apreciar la cantidad de nieve que brillaba en las cumbres de la Sierra, presagiando los días de frío que aún quedaban. Hacía tiempo que deseábamos realizar este viaje, pasando por la capital, con la finalidad de comer de tapas en alguno de los muchos sitios que en Almería hay, y no nos complicamos demasiado, nos dirigimos al aparcamiento de reciente construcción y que tiene salidas a la Puerta Purchena. Muy cerquita de allí está la Plaza de las Flores, copada por los hoteles Torreluz, y en la taberna de uno de ellos nos pusimos de grana y oro.
Volveremos durante la semana a pasear por las calles de esta bella ciudad, nos acercaremos a la rambla, que era eso, una rambla y ahora es un magnífico paseo que acaba en el mar. El Instituto donde hice el bachiller, la Plaza de San Sebastián, la calle Murcia y la calle Granada, la calle de las Tiendas, que ha conocido épocas mejores, la catedral, la alcazaba y la calle Real que acaba en el parque y el puerto, sin olvidarnos de hacer una visita a la Virgen del Mar y sus calles aledañas, con esa peculiar arquitectura que poco a poco va desapareciendo para mi disgusto.
Nuestro destino era el Hotel Hesperia Sabinal de Roquetas, hotel que ha tenido tiempos mejores, pero que aún da lo suyo, una esmerada gestión lo mantiene a tope casi todo el año, con lo que ello lleva consigo, así es que no nos vamos a quejar. Tenemos proyectado recorrer toda la zona en los siete días que vamos a estar alojados en este lugar y eso empieza en el mismo momento de nuestra llegada, así es que esa primera tarde la dedicamos a recorrer el paseo marítimo y la zona de las Urbanizaciones, como ellos la denominan.
Yo he vivido en Almería entre 1955 y 1965, allí hice todo el bachillerato, y jamás he dejado de ir por allí, pues mi esposa es almeriense, así es que conozco la zona. Recuerdo un viaje en autostop que realicé, con quince años, desde Granada a Almería por la costa y puedo asegurar que desde Balanegra a Almería, pasando por el Cañarete, el paisaje era casi lunar, mejor aún, como el de algunas películas del western, en las que, en un desierto plano con montañas al fondo, se circulaba por una larga, estrecha y bacheada carretera, atravesada a veces por esas grandes madejas de matojos y raíces secas que el viento transporta. bajo un cielo abrasador y donde no se presagiaba otro ser vivo que algún que otro lagarto. A lo lejos un pequeño poblado donde se agrupaban, una gasolinera, la pequeña Casa Cuartel de la Guardia Civil, un destartalado hotel de carretera y unos cuantos cortijillos. Aún no era el tiempo de los invernaderos y los agricultores llamaban "los zecanos" a su tierra de labor. Estoy hablando del Ejido de Dalias de los años sesenta, nada que ver con el Ejido actual, que a pesar de la crisis económica, es un emporio de riqueza y donde hay más bancos y cajas de ahorros por kilómetro cuadrado de toda Andalucía. reflexiono sobre esta circunstancia y no deja de asombrarme que hace cincuenta años era la zona más pobre y deprimida de toda Andalucía y ahora es el no va más en agricultura de invernadero y en zonas turísticas, dejando muy atrás a otras partes de Andalucía que por los años sesenta se consideraban ricas, como la provincia de Jaén sin ir más lejos.El Ejido era eso un ejido de Dalías y Dalías es hoy casi lo mismo que era hace cincuenta años, así es que, paradojas de la vida, se podría decir que Dalías es un anejo o barrio del Ejido.
La plaza del Ayuntamiento, el Mercado Municipal, sus largas y bulliciosas avenidas son impresionantes, llenas de comercios y servicios no dejan hacerse a la idea de que hace cincuenta años era todo un erial reseco y solitario.
La costa del Ejido es Almerimar y recuerdo que por aquel entonces no había casi nada, sobre todo si lo comparamos con la magnífica ciudad de vacaciones en la que se ha convertido. Tiene uno de los más bellos puertos deportivos que he visto y es una gozada pasear por sus muelles al lado de los amarres de los yates.
Hoy en día es imposible circular por aquella larga y solitaria carretera de los años sesenta, toda la zona es una inmensa ciudad y donde no hay edificios hay plástico, es decir invernaderos, en los que se cultivan los productos de huerta que surte los mercados europeos y españoles. Recuerdo que en esa carreterilla de aquellas épocas había, antes de subir al Cañarete, un rótulo que indicaba que, a la derecha se iba a Roquetas de Mar, sin que se viese ni a lo lejos la población. Hoy en ese lugar hay una plaza rotonda, rodeada de grandes edificios, que nos indica que por una impresionante avenida se va en dirección al centro de la ciudad y a la costa.
Roquetas es impresionante, desde sus cuidadas avenidas a los grandes hoteles, sus centros comerciales, el auditorium, la plaza de toros, el palacio de congresos y su puerto son dignos de visitarse, y lo hacemos varias veces durante la semana que estamos en la zona. En su mercado encontramos "présules" que así llaman a los guisantes recién cogidos y sin desgranar. Manjar exquisito para comer en crudo, al ajillo, en tortilla o de cualquier manera. Nada que ver con esas pelotillas verdes que venden congeladas en los supermercados.
El agua de Almería de los años sesenta era potable pero salobre y endiabladamente mala, así es que, aunque la bebíamos, no le servía a mi madre para hacer las legumbres, y por ese motivo compraba agua, que en unos carros de madera se transportaba a la capital desde los pueblos de Enix, Félix y de un manantial llamado “Fuente de los Álamos” situado en el término municipal de Gádor, el agua de Araoz. Este recuerdo me anima a recorrer estas localidades y probar sus aguas así es que una mañana paseamos por estos pequeños pueblos que todavía guardan el encanto de otras épocas.
De regreso a Alcaudete pasamos por el mercado de los Ángeles de Almería y nos llevamos un ranchillo de pescado fresco que alegró nuestra cocina y nuestro paladar los dos días siguientes.