Hace unos años, en los primeros días de Febrero, se me ocurrió acercarme a visitar Lanjarón en un viaje de regreso, desde Nerja a Alcaudete. La decepción fue tremenda, nunca se me habría ocurrido que esta población estuviese cerrada a cal y canto y casi no hubiese gente en sus calles.
Pero, en los primeros días de este caluroso mes de agosto de 2009, leí no sé donde, lo bien que lo había pasado una familia en Lanjarón y decidí pasar un fin de semana en este lugar llamado la Puerta de las Alpujarras. Aparte de esa experiencia de Febrero ya había estado en la ciudad de las aguas, pero solo de paso. fue allá por el dos mil o dos mil uno y no estuve más de dos horas, pues mi ruta era hacia la Villa Turística de Bubión y la de Laujar de Andarax, así es que poco contacto había tenido con la vida de Lanjarón.
Por Internet contraté tres noches en el Hotel Castillo que está situado en la calle Granada, con vistas a las ruinas del castillo de esta población. Ciento veinte euros, en medio del mes de Agosto, me pareció un buen precio por tres noches de pernocta, y el catorce por la mañana a eso de las doce ya estábamos paseando por la calle Real. Poco antes nos habíamos parado a pie de los gigantescos molinos de aire que hay antes de entrar en Lanjarón y poco después de pasar por el puente nazarí de Tablate, situado bajo el puente moderno que da acceso a las Alpujarras.
El hotel es razonablemente bueno, dispone hasta de Wifi gratuita, accesible desde casi todas las habitaciones, pero en cuestión de aparcamiento lo tiene difícil, aunque yo haya tenido bastante suerte para encontrar un lugar donde dejar el coche.
Lo primero que me llamó la atención en Lanjarón, fue la atmósfera decimonónica que perdura entre sus rincones y en las puertas de sus hoteles. Gente, generalmente mayor, con su vaso encastado dentro de una funda de mimbre, que va de acá para allá en busca de la fuente recomendada para beber el agua saludable que pueda mejorar su salud. Sentados a las puertas de los hoteles en una fila de sillones, donde toman el fresco y hablan de lo divino y de lo humano, contando anécdotas familiares y curiosidades de sus lugares de origen.
El Balneario no tiene hotel pero si un convenio de hospedaje con otro de la población. Después de recabar información, saqué la conclusión de que es un SPA al uso, adecuado a las características de sus clientes y que utiliza los recursos de las instalaciones antiguas que aún están en buen uso.
Por otro lado los médicos del balneario y en función de la dolencia a mejorar, recomiendan la cantidad, frecuencia y ubicación de las fuentes de las que es recomendable beber, ya que la mineralización de las aguas, que de ellas mana, es diferente de unas a otras. De aquí el trajín de vasos de un lado a otro.
En Lanjarón se come bien, yo diría que muy bien, desde el plato alpujarreño o las migas con todos sus avíos, hasta el menú del Hotel Lanjarón donde te sirven casero y rico, tres platos y postre con la opción de elegir cada plato entre varios. Todo por diez euros con vino o agua del grifo, no olvidemos que estamos en Lanjarón y sería absurdo pedir agua mineral en las comidas.
La mejor distracción son los paseos, calle Real arriba hasta la plaza del ayuntamiento, sin olvidarse de visitar la plaza de Santa Ana, y después recorrer el barrio Hondillo donde abundan los tinaos y las fuentes, para luego, sentarse en una terraza y beber algo diferente al agua, que generalmente se acompaña de una buena tapa de jamón.
Frente al Balneario está el Parque del Salado, repleto de eucaliptos gigantes que por las noches ofrece espectáculos gratuitos, escusa ideal para sentarse a tomar el fresco que se deja caer en las Alpujarras. Todas las noches hay algo, cine, flamenco, boleros, rock..., no es de gran calidad pero es gratis y eso basta para que no falte público.
La mañana del sábado nos acercamos a Òrgiva y a Torvizcón. Sentía curiosidad por pasearlos, ya que siempre había pasado por ellos sin parar el coche. En el primero hay una población guiri bastante considerable y tiene una zona alrededor de la iglesia bastante agradable. Torvizcón nos reservaba una sorpresa gastronómica la mar de curiosa. Con la idea de tomar un tentempié nos sentamos en la terraza de un pequeño hotel que está a su entrada. Pedimos unas cervezas sin alcohol acompañadas de una abundante tapa de carne guisada y curioseamos su carta para complementar la tapa. Tres euros y medio un bocadillo me pareció razón suficiente como para preguntar por el tamaño de los bocadillos...
-Pue una coza azí - nos dijo el camarero señalando con sus manos unos cuarenta centímetros de bocadillo.
- Como pa quitarle el hambre a una criatura.
De eso no había ninguna duda, así es que encargamos un solo bocadillo de morcilla exquisita que tuvo para comer los dos y para llevarnos, envuelto en unas servilletas de papel, lo que nos sobró.
Dulces y tortas, como los Jayullos, que hay que comprar los viernes a las 22 horas en el obrador de la pastelería Juan, La leche rizada de la heladería Venecia, quesos de leche cruda de cabra en el Arca de Noé, buñuelos con chocolate del bar Molinillas a la salida del pueblo en dirección a Órgiva y jamón de Trevélez o de la zona, que todo es bueno, son algunas de las exquisiteces que pudimos probar.
Tres días no dan para más y el lunes por la mañana tornamos a Alcaudete por la carretera antigua que pasa por Durcal, Padul y Armillas, donde después del tiempo pasado, aún son reconocibles lugares y parajes por los que pasábamos hace veinte años en camino hacia Salobreña.
1 comentario:
Desde el Hotel Castillo Lanjaron le damos las gracias por haber pasado unos dias con nosotros, y nos alegra el saber que le parecio corta su estancia, buena señal, les esperamos en una no muy demorada fecha por estos lugares.
Gracias de nuevo y un saludo muy afectuoso para Usted y su familia.
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