21 julio, 2012

SENTIMIENTOS



Los seres humanos somos capaces de percibir un cúmulo de sentimientos que, independientemente de hacernos muy felices o muy desgraciados, se convierten con demasiada frecuencia en elementos de análisis para un montón de personas cercanas a nosotros mismos..., psiquiatras o psicólogos de pacotilla.
Es cierto que los sentimientos son patrimonio de los seres humanos y hasta me atrevería a incluir a los animales en este grupo, pero cada cual los percibe de forma diferente, en intensidad y matices, según la capacidad de sensibilidad de cada uno.
 
Si a esto añadimos, que las experiencias que dan lugar a esos sentimientos son vividas de forma distinta entre los que las protagonizan y que muchas veces es totalmente imposible, hacerse una idea exacta de lo que se pueda sentir en muchos casos, me resulta, cuando menos sorprendente, encontrar en nuestra vida a personas que creen tener la panacea o la solución al hundimiento espiritual en el que pueda sumirte una experiencia traumática.
La percepción real de estos sentimientos solo se podrá alcanzar, de una manera aproximada, cuando sufrimos nosotros mismos esas experiencias.
Hay muchas personas que guiados por su buena voluntad intentan ayudarte cuando perciben la desesperación en la que te sumes por la perdida de ese ser querido, puntal imprescindible de tu vida, o por haber quedado tu vida, tal y como la vivías, totalmente destrozada.
Pero eso es prácticamente inútil, pues al desconocer la dimensión del problema, sus palabras y razonamientos de apoyo y ayuda suenan a hueco y no cumplen con el fin deseado.
Por ejemplo... Cuando un sacerdote, persona célibe por razones de su condición, te intentan aconsejar sobre lo que es el matrimonio y cómo encarar sus conflictos, resulta cuando menos sorprendente que se atrevan a hablar de un tema desconocido por completo para ellos, por lo menos en el plano práctico.
Con mucha frecuencia, ocurre a bastantes personas de nuestro entorno, que habiendo sufrido un gran dolor espiritual y por no haber sido ayudados por nadie, cosa harto frecuente, se escudan en una serie de razonamientos o frases, procedentes del Zen, el cristianismo, lo tibetano u otras religiones o filosofías de origen oriental, que al fin y al cabo solo alcanzan la categoría de “milongas” y palabras hilvanadas con mayor o menor fortuna.

Sé tu mismo.
Quiérete mucho.
Aprender a estar sólo..., es ser feliz.
La felicidad está dentro de tí.
Crea tu propio cielo, está en tu interior.
El Karma y la reencarnación son puntales en tu vida.
Ella, o él, te ayuda desde el cielo.
Dios aprieta pero no ahoga.
Se necesita tristeza para conocer la alegría, ruido para apreciar el silencio y ausencia para valorar la presencia...

¡Hala y se quedan tan a gusto!
El Facebook está lleno de cosas así y hasta hay muchos a quienes les valen.

Ciertamente que destrozada la vida que tenías, en estados anímicos depresivos o situaciones que comportan un dolor inaguantable, agarrarse a un clavo ardiendo es de lo más normal, pero volver a encontrar paz y sosiego solo es posible creando una vida nueva, con nuevos objetivos e ilusiones, contando con la ayuda de gente que se vuelque en tí sin esperar nada. Llenando tu vida de proyectos y actividades que canalicen tus energías para que los recuerdos que acompañen tus pensamientos, sean solamente los positivos, dejando al margen de tu vida aquello que en tu pasado fue doloroso o infeliz...
Sin olvidar que para que ello ocurra, lo has de desear, o sea que si has caído, tienes que querer levantarte y eso solo depende de tí.

Para saber lo que se siente al perder un hijo..., lo has de perder.
Para saber lo que es perder a tu amadísimo esposo o esposa..., cuando muera lo sabrás.

Si tus sentimientos y tu dolor se hacen insoportables y tu ánimo ha caído, que tengas suerte y que Dios te ampare, pero líbrate de esas ayudas que en nada te ayudan.

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