10 noviembre, 2010

El recuerdo de nuestro paladar

Cuando el Otoño se presenta en estas tierras andaluzas, el ambiente se llena de aromas de dulces de Navidad. De Alcaudete a Antequera, de Arjona a Rute y de Montoro a Estepa, muchas mujeres y hombres se afanan en las fábricas de dulces para que estén disponibles en el mercado estos suculentos pastelillos que son imprescindibles en las mesas navideñas.
Los grandes supermercados y los establecimientos especializados, ofrecen una gran variedad de dulces navideños, procedentes de todas estas localidades, amen de turrones y otras variedades que se fabrican en distintas regiones españolas. Sin embargo, todos los fines de semana se produce un trasiego de vehículos, a modo de peregrinaje por todas estas localidades a la búsqueda de mantecados, alfajores, roscos, polvorones y otras exquisiteces, amén del propio disfrute que supone la visita a estas poblaciones.
Estos viajes tienen una componente lúdica, de excursión y paseo por las calles de estos pueblos a los que, a veces, nos unen vínculos familiares, pero en el fondo a lo que se va es a comprar mantecados. Se buscan aquellos productos difíciles de encontrar en el mercado del que nos surtimos habitualmente y esos pastelitos que han quedado en el recuerdo de nuestro paladar a lo largo de nuestra vida.
Lo que el viajero busca es la frescura del producto y se equivoca el empresario que aprovecha estas visitas de golosos compradores para endosarles los mantecados caducados de campañas anteriores, ya que el saborcillo a rancio hará que, antes o después, no vuelva a visitar esa empresa. Otra cosa que no agrada al visitante de las fábricas de dulces de Navidad, es que se le cobre en la fábrica, más caro o a igual precio que si comprase estos productos en un supermercado, así es que en este aspecto, el empresario que actúa de esa forma, verá como se va reduciendo poco a poco el número de compradores. Lo que si agradece este goloso turista es que se le permita visitar el interior de la fabrica y se le enseñe el proceso de fabricación, que se le muestre un pequeño museo de estos productos o alguna curiosidad gastronómica como puede ser monumentos o belenes de chocolate o la representación en dulce de personajes conocidos y de actualidad, que tiempo habrá de visitar su tienda para comprar.
Entre la variopinta clientela hay quien busca las novedades o innovaciones que se hacen con especialidades que no son tradicionales, pero que pueden resultar interesantes por los componentes que se utilizan, pero lo que más abunda son los que rebuscan en su recuerdo e intentan encontrar la calidad y los sabores de antaño..., o sea el recuerdo de su paladar.
Así nos encontramos con empresas que cuidan más el marketing que el respeto a la tradición o a la calidad de las materias primas. Estas materias primas, la almendra, la harina, la manteca, el aceite virgen, los huevos, el azúcar..., valen lo que valen y el precio final se verá afectado por ello, pero si los huevos son ese producto artificial que se vende industrialmente en garrafas de plástico, la almendra se aligera con otros frutos secos más baratos, el azúcar se sustituye por edulcorantes y se abusa de productos químicos como conservantes, espesantes o colorantes, el resultado será más barato, pero no será el que desearía el cliente, que rechazará el producto, por mucho dinero que ahorre.

Se da la paradoja de que año a año, vemos como va bajando la calidad de algún determinado tipo de mantecado, polvorón o alfajor, va perdiendo el sabor que tenemos en el recuerdo de nuestro paladar o nos sorprenden con novedades o experimentos no deseados, y de cuando en cuando nos encontramos con nuevas cajas de presentación esmerada y de estética antigua en donde se nos ofrece a un precio superior al habitual, productos como los de antaño, como los que esta empresa hacía hace veinte o treinta años. Esto no es de recibo y viene a demostrar que se vuelve a fabricar lo que nunca se debía haber abandonado en aras de una mayor ganancia económica.
Hoy en día todos emplean y abusan del chocolate sin que realmente dominen, la mayoría, la fabricación de este producto, empeorando, a mi parecer, el dulce tradicional que tan bien hacían. Se usan y abusan los productos químicos saborizantes que recuerdan vagamente algún sabor y se nominan dulces de tal o cual materia prima cuando no tienen ni rastro de la misma.
Menos mal que, en nuestros pueblos, todavía existen empresas respetuosas de la tradición y de la calidad que, más o menos, sigue poniendo a nuestro alcance los dulces navideños que todos deseamos comprar.

Sin recomendar a ninguno, que eso es cosa de ir probando y elegir uno mismo, presento a continuación y por orden alfabético, algunas empresas que se dedican mayoritariamente al dulce de Navidad.
En Alcaudete, Doña Jimena y Productos Mata. En Antequera, La Antequerana, La Flor de Antequera y Mantecados La Perla. En Arjona, Productos Campos. En Estepa La Colchona, La despensa de Palacio, La Estepeña, El Mesias, La Muralla, El Patriarca, San Enrique, y La Vicaría entre otros muchos. En Montoro, Mazapanes La Logroñesa y En Rute, La Flor de Rute y Galleros Artesanos.
Buen provecho golosos.