30 diciembre, 2005

Me desenamoraré.


…Seguramente había tardado mucho en dormirse, pero había dormido, ¡ y de qué manera!, el reloj digital de la mesita de noche marcaba las diez y media y unos rayos de luz se colaban por las rendijas de la ventana, se desperezó cerrando los puños y tomando una postura que ocupaba completamente la cama de matrimonio, se dejó ir en un bostezo de satisfacción por las fuerzas recuperadas, tenia la boca seca y unas ganas de orinar que casi llegaban al dolor.
- Me desenamoraré,
- me desenamoraré…
Con parsimonia se sentó al borde del lecho y fijó su vista en el traje negro que le había prestado Candela, así terciado en la butaca exhibía con descaro dos lamparones de cera, uno en la falda y otro más discreto en la chaqueta. Tendría que arreglarlo, no era cosa de devolverlo con las manchas.
-¿Cómo me lo habré manchado? Puede que al acercarme al túmulo… algún cirio.
Se levantó de la cama y caminando torpemente se dirigió al cuarto de baño, después dio buena cuenta de un vaso de agua, con tanta premura que se mojó ampliamente la solapita de su bata amarilla, entonces reparó en el ruido, llovía y no poco, no llegaba a torrencial pero casi, deambuló por la casa sin venir a qué, cogió una chocolatina del chinero y subió por la escalera al primer piso. Había descansado pero aún estaba entumecida y en su pie derecho habían aparecido sendas ampollas.
- Esos zapatos de tacón van a la basura, …están nuevos…, ¡si los quisiera alguien!
Entró en un dormitorio y después pasó a la salita del piano, abrió los postigos del balcón y se sentó en la mecedora. Afuera seguía lloviendo igual y la cosa prometía, el cielo era gris con grandes manchas más oscuras y la lluvia que venía racheada respetaba los cristales del balcón que permanecían secos.
- Si me enamoro algún día
- me desenamoraré…
Fijó su vista al fondo y se quedó extasiada con la vista que se le ofrecía, por encima de la baranda del balcón se veía en primer término la tapia del huerto de Frasquito, coronada con sus viejas tejas bordadas de líquenes, que con lo que caía perderían pronto su color dorado para verdear en un nuevo ciclo de vida. Lo deteriorado del tejadillo y alguna que otra teja rota habían dibujado con el agua de lluvia unos chorreones gris azulado, resaltando la presencia del azulete que María había añadido a la cal cuando blanqueó en Semana Santa.
Sobre la vista de la tapia y las dos grandes higueras, era impresionante ver el repiqueteo que la lluvia realizaba en el tejado de Patrito, las gotas saltaban con alegría para volver a saltar creando una neblina espesa que casi difuminaba los contornos de las tejas, de su chimenea salía un humo concentrado que rápidamente desaparecía entre la lluvia.
-Habemus papa- exclamó.
Justo a la derecha, en la antigua terraza con balaustrada de mármol brillaba el horrible tejado metálico que a modo de “Uralita” había mandado colocar Patrito para cubrirla.
- Hace falta tener mal gusto…
- Me desenamoraré,
- me desenamoraré…
Más arriba otros tejados lejanos asemejaban el trazo y cromatismo de un cuadro al óleo, quedando difuminados entre la lluvia y sirviendo de base a la imponente torre de Santa María. Resultó hipnótico fijar la vista en el campanario. Sus tejas vidriadas parecían de plata por la capa de agua que las cubría y las campanas tenían un tono verde oscuro, casi negro con pequeños reflejos. Un grupo de palomas muy quietas se resguardaban junto a los quicios de los arcos superiores.
- ¿Quién habrá encalado esa pared tras la torre? Y esa cruz en medio ¿Qué intitulará?
- me desenamoraré
-para tener la alegría..
Desde luego el castillo lucía imponente, un negro nubarrón coronaba la torre y en su parte superior adquiría una tonalidad luminosa rosa pálido con un festón blanco brillante.
-Debe estar aclarando por la sierra…
- Me desenamoraré,
- me desenamoraré…
Desde el adarve exterior hacia abajo contrastaba el verde intenso de los arbustos que se repoblaron el año pasado con la gama de ocres y manchas marrones de las murallas del castillo y en lo alto de la torre ondeaba parsimoniosa y mojada la inmensa bandera. De pronto un jirón de luz solar iluminó la parte superior de la torre y al mismo tiempo se comenzó a perfilar un inmenso arco iris que se perdía a la derecha del castillo.
- me desenamoraré
- para tener la alegría
- de enamorarme otra vez.
¡anda que la perra que he agarrado con la sevillana!
Siguió como hipnotizada con la vista puesta en la bandera que había dejado de ondear y comenzó a mecerse lentamente. Al parpadear notó los pequeños pinchazos y el calor que le proporcionaba en los ojos la pequeña hinchazón que las llantinas del día anterior le habían dejado como secuela,
- sola, estoy completamente sola…
Parpadeó unas cuantas veces más y cerrando los ojos se quedó plácidamente dormida.

1 comentario:

carmen dijo...

Hola Eduardo Azaustres!! me dirijo a usted para darle mi mas sentido pesame por el fallecimiento de su madre y darle la enorabuena por su blogger.
Atentamente Carmen Porras Azaustrez