25 abril, 2006

Homenaje a José María Tobaruela


José María Tobaruela o Josito-María, que así es como siempre lo he llamado, era como de mi propia familia, su íntima amistad con mi padre le sitúa en mis recuerdos más lejanos, con su sonrisa torcida, su pelo espeso y engominado, bien peinado hacia atrás y con sus ojos achinados y un poco hinchados.
Casi siempre lo veía durante los veranos, que era cuando más veníamos. Eran las vacaciones y solo en muy contadas ocasiones me trajeron mis padres por Navidad o Semana Santa..
Con su blusa de pijama recién planchada y una moña de jazmines en la solapilla, al igual que su padre Juan Ramón, paseando por el parque o tomando un chatito de vino con sus amigos en “lo de Fernandillo”.
Muchas tardes era yo, de niño, el que llevaba, a la tienda frente al Carmen, el paquetillo de jazmines que preparaba mi abuela Pilar, para que se hiciesen las moñas. Allí lo encontraba, pegando la hebra con alguno de sus múltiples amigos, sobre el entarimado húmedo por los continuos riegos que Juan Ramón o Josito hacían para crear algo de fresco en el local.
- Dile a tu padre que te traiga la Semana Santa.- y sacaba de la trastienda un viejo capirote, que me ponía en la cabeza para hacerme sentir nazareno, mientras con la voz, hacía el repique de tambores. Me contaba historias de las procesiones y me enseñaba a desfilar como un romano. La Semana Santa para mi era más de oídas que de vivencias, en realidad vine de niño un par veces y nunca me vestí de romano o de nazareno en ninguna procesión. Así es que en los veranos era cuando yo desfilaba, en la casa donde hoy vivo, tocado con un gorro y plumero de papel, realizado con un ABC antiguo, un trozo de paño rojo, atado al cuello a modo de capa, un escudo de cartón y una espada de madera, que me suministraba Antonio Ruiz, a hurtadillas del jefe de la carpintería, su hermano Paco, que no estaba para perder el tiempo en niñerías. Pocas veces vine a ver las procesiones, pero los recuerdos son imborrables y en el centro de todos ellos está la figura de Josito, vestido de los Dolores, al mediodía del Viernes Santo, en la calle Carnicería, parando a la Virgen en mi puerta y alzándome en brazos para que la viese bien.
Al principio de los setenta, yo venía unos días de vacaciones en Agosto, a ver a mis padres y en más de una ocasión nos fuimos Josito, Juanito Espejo y mi padre, acompañados de mi mujer, a tomar vinos y tapas por Luque y Zagrillas. Íbamos en un R-8 azul que yo tenía y regresábamos cargaditos y bastante tarde, para desespero de mi madre.¡Anda que no disfrutaba Josito llevándonos aquí y allá a tomar unos vinos!
Durante los ochenta, yo vivía en Jaén y procuraba venir en Semana Santa, sobre todo, el Jueves y Viernes Santo. Entonces fue cuando cumplí a través de mis hijos, la ilusión de vestirme de romano. Les compré sendos trajes y los puse a desfilar tras Jesús y delante de la Virgen de los Dolores. Tengo una película en superocho, que rememora el día y donde se ve la procesión, pasada la muralla, poco antes de llegar al Hidalgo. Yo, con mi mamotreto de cámara de cine, mis hijos con sus gafotas, vestidos de romanos, en medio de una mini centuria de ilusionados enanillos y Julián Porras subido en su Vespa, parado frente a Salelles diciéndome -¿Qué, Eduardito, romaneando, eh?
Ese día Josito, que iba de nazareno, se acercó varias veces hasta donde yo iba con mis hijos, dejando la proximidad al trono de los Dolores, para participar de mi ilusión y la de mis hijos.
Recuerdo los abrazos que se daba con mi padre, abrazos con paliza incluida en la espalda de cada cual. Así nos abrazamos Juanito, su hijo, y yo cada vez que nos vemos.
Cuando decidí venirme a vivir a Alcaudete, en el 2000, él fue uno de los que más se alegró de mi decisión y fueron muchas las tardes que me los encontraba a los dos, el matrimonio, agarrado el uno al otro, al regreso de su paseo. En uno de esos paseos encontró la muerte o la muerte lo encontró a él, frente a Salelles y al Hidalgo, donde la película de super-ocho.
Es curioso, la última imagen que me ha quedado de Josito es en la Velada, anterior a su muerte, yo iba a ver las carrozas a eso de las doce de la noche y estaba sentado junto a su mujer, en el poyete que hay al lado de la explanada donde se aparca la romería, allí me quedé a hablar con él, apoyado en la señal de prohibido el paso y perdí el interés por ver las carrozas.
No se en qué canción oí aquello de “…estamos vivos mientras alguien nos recuerda y habla de nosotros”, si es así, tú estarás muy vivo, mientras estemos en este mundo todos los que tuvimos la fortuna de conocerte y quererte. ¡Que Dios te bendiga Josito María!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tambien queria mucho a Tobaruela

Bautista Ortega dijo...

Entrañable. Buena persona. Único. Siempre en nuestra memoria.