28 septiembre, 2008

El adalid (Julio 2008)


Historias para no dormir en Alcaudete

Cuando el automotor llegó a la estación de Alcaudete - Fuente de Orbe, los negros nubarrones que amenazaban durante la mañana, comenzaron a descargar gruesas gotas sobre el andén de la estación. Quico se subió las solapas de la americana del raído traje y cogió con fuerza el maletón de madera, en la otra mano llevaba la talega que su madre le había preparado con un buen trozo de pan, la cacerolilla granate con una tortilla de patatas y torreznos fritos, una almorzá de cerezas de la huerta, un trozo de queso envuelto en una servilleta a cuadros y un periódico de dos o tres días atrás.
En dos zancadas subió al vagón y se dispuso a encontrar asiento. Era la primera vez que viajaba en el automotor, las otras dos veces que subió al tren fue en uno con vagones de madera, de esos que se ven en las películas del Oeste americana perseguido por indios con plumas. Una vez a Jaén con el abuelo Justino para visitar al médico y la otra para ver la Semana Santa de Puente Genil.
Encontró asiento en un compartimiento que iba ocupado por una familia sevillana, escandalosa y con dos niños que no paraban.
- Estate quieto ¡mi arma!.
- Omá, el Curro me repite las cosas.
- No des chillios y ven pa cá que molestas a ese hombre.
Intentó permanecer al margen y no entablar conversación, nunca le cayeron bien la mayoría de los sevillanos, ese intento permanente por parecer graciosos y la superioridad que generalmente mostraban ante los demás le resultaba de lo más antipático.
Al pasar por el puente metálico le llamó la atención el gran rebaño de cabras que allá abajo intentaba pasar sobre el puente romano.
- Como siga lloviendo va a hacer daño en el olivar.- musitó entre dientes.
Los sevillanitos seguían dando morcilla y su madre no llegaba a controlarlos. Volvió a la contemplación de los olivares...

De pronto, allá a lo lejos, en un claro vio a un caballero medieval galopando hacia el tren sobre un caballo blanco o al menos eso le pareció.
-Es imposible- pensó.
Se fijó más conforme se acercaba. Era un guerrero con armadura y casco dorado, en la derecha portaba una gran lanza de torneo y en la izquierda un escudo arlequinado en blanco y negro, como la vestimenta del caballo, y encima una cruz roja con una calavera en el centro. La capa del caballo ondeaba al viento dejando ver las vueltas interiores de color morado y en el pecho del jinete destacaba otra cruz con calavera como la del escudo. El automotor seguía acercándose y empezaba a ver bien definidas las facciones del caballero, que se había subido la celada. Tenía una cuidada barba gris y una acerada mirada de ojos que parecían fijarse en él penetrantemente.
Esa mirada le inquietó tanto que hasta bajó la vista. Cuando volvió a mirar se dio cuenta que el caballero le hablaba..., ¿a él? ¿por qué? No le oía pero supo lo que le decía...
-Te espero aquí – el movimiento de los labios no dejaba lugar a dudas...- Te espero aquí.
Allí al lado de la vía se quedó mirándole fijamente, subido en su caballo mientras el automotor se perdía con destino a Linares – Baeza, para enlazar con el sevillano que le dejaría en los andenes de la estación de Francia en Barcelona.
Miró a sus compañeros de vagón como pidiendo confirmación a lo que acababa de ver pero no hubo lugar a preguntas, enseguida se dio cuenta de que no habían visto nada. Sacó el periódico de la talega y empezó a leer con la dificultad de quien no había ido lo suficiente al colegio de don Rafael Aldehuela.
- A...B...C... 15 de Mayo de 1963...su excelencia...el...caudillo...

Antigua estación de Alcaudete – Fuente de Orbe, año 2009.
El imponente Cadillac descapotable de color granate se aparcó junto a la estación bajo la sombra de un árbol. Don Francisco bajó del automóvil y se aproximó al andén, aquello no era ni sombra de lo que recordaba, las ventanas y puertas de la estación estaban tapiadas con petacas de cemento y en lugar de las vías estaba la Ruta Verde del Aceite.
- Buenos días- le dijeron dos caminantes, de esos que parecen caminar por razones de salud.
- Id con Dios- Les contestó.
Cuarenta y cinco años había tardado en volver. Se marchó con una mano delante y otra detrás y ahora después de una vida por fin había regresado. Cada vez que pasaba por Jaén destino a Granada le daba la idea de acercarse a Alcaudete..., pero nunca lo había hecho..., hasta ahora. ¡Cuantos recuerdos!, y ¡que lejanos en su memoria! Ya no le quedaba nadie en el pueblo, los que no emigraron poco a poco con él se habían muerto y su vida, ¡había sido tan complicada!, no le había permitido regresar nunca..., seis hijos, dos divorcios, la constructora, la inmobiliaria y ahora, desde hacía dos años, el cargo de Subdirector General de la Xarxa d'Infraestructures en la Generalitat de Catalunya..., ¡demasiado!, todo eso le mantenía ocupadas las horas del día..., y sin embargo allí estaba, como hacía más de cuarenta años.
Toda su vida en Alcaudete pasó por su mente y cuando miró el reloj se dio cuenta que el tiempo había volado, volvió al coche y se dirigió hacia el cruce con la carretera de Jaén para seguir su camino a Granada. No venía nadie así es que giró a la izquierda, pasó la salida hacia los Noguerones y entonces fue cuando lo vio, allí estaba el caballero de armadura y casco dorado, subido en su corcel blanco con la lanza en ristre y galopando derecho hacia su coche..., intentó esquivarlo pero no pudo...

La lanza rompió el parabrisas del Cadillac y le golpeó la cabeza con tal fuerza que se la atravesó hasta la nuca... y mientras moría tuvo tiempo para ver los labios del jinete que le decían – Ya sabias que te estaba esperando-.


Dos coches de la Guardia Civil, una ambulancia, el coche de los municipales de Alcaudete y una cola inmensa de vehículos hacían compañía a una escena dantesca. Casi en medio de la carretera y poco antes de llegar al cruce de la carretera de Córdoba a Granada, había un Cadillac descapotable con una fina vigueta de acero empotrada en su parabrisas y que se incrustaba en la cabeza del conductor.
Justo delante del imponente coche se podía observar a un inmenso camión con las puertas traseras del remolque casi abiertas, algunas viguetas se habían salido del conjunto de la carga pero solo una era la que había acabado con la vida de don Francisco.




El conductor del camión daba sus datos a un guardia civil de atestados bajo el gran logotipo de uno de los laterales del camión, donde podía leerse Transportes “El Adalid” Avda de los Templarios 14 +34 91 355 4563 CP 41016 SEVILLA y sobre este rótulo un espléndido dibujo a color de un guerrero con armadura y casco dorado, que en la derecha porta una gran lanza de torneo y en la izquierda un escudo arlequinado en blanco y negro con un cruz roja y una calavera en el centro. La capa del caballo, también arlequinada ha sido dibujada ondeando al viento, dejando ver las vueltas interiores de color morado.

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