28 septiembre, 2008

Cantabria para “carrozas”

Lo que no viene en las guías


Hasta los que no la han visitado nunca, saben que Cantabria es una privilegiada región del norte de España y sin lugar a dudas merece por lo menos una semana de vacaciones. No pretendo explicar aquí lo que se puede encontrar en las informaciones turísticas o en los folletos de las agencias, sino que me ceñiré exclusivamente a contar mis propias vivencias y las informaciones adquiridas in situ.
Se trata de pasar una semana en un hotel de cuatro estrellas, que esté situado a orillas del mar y en el que aparte de un buen servicio encontremos un restaurante en condiciones. Pretendo recorrer Cantabria y disfrutar de la bella ciudad de Santander, para ello viajo con vehículo propio, no estoy dispuesto a hacer más de cuatrocientos kilómetros al día y procuro no coger el coche por la tarde.
Lo primero que hay que hacer es planear el viaje con bastante antelación, haciendo la reserva en temporada baja y echar en el equipaje un chubasquero y paraguas, por razones obvias.
Si salimos de Alcaudete después de desayunar llegaremos a Madrid al medio día, así es que parada y fonda; un buen hotel para pasar la noche es el Rafael Pirámides, situado cerca de la M-30 y con Metro, Cercanías y autobús en la puerta. Un paseo por el centro de Madrid, bocata de calamares y cervecita en los aledaños de la Plaza Mayor puede ser una buena manera de pasar la tarde y si no hay mucho sueño podemos asistir a los múltiples teatros o cines del entorno de Callao.
A la mañana siguiente salimos hacia la cornisa cantábrica por la autovía de Burgos, haciendo a nuestro aire alguna que otra parada para repostar, el coche o nosotros. Antes de entrar en Burgos cogeremos la autovía que va a Palencia -Valladolid y antes de recorrer una decena de kilómetros tomaremos la autovía del Camino de Santiago que va en dirección a León. En la salida que va a Osorno tomaremos dirección a Santander. Aún no está terminada la autovía A-67 pero ese es el mejor camino ya que a los pocos kilómetros está en pleno funcionamiento y ya no la dejaremos hasta llegar a destino. Reinosa, Torrelavega y las distintas salidas hacia las playas, en mi caso salida hacia Mogro, a 16 kilómetros de Santander, Hotel Milagros-Golf, frente a una ensenada en la que las mareas dejan dos o tres metros de arena cuando están altas o más de cien metros al bajar.
La comida en el hotel es extraordinaria en calidad y cantidad, o sea que a los dos día ya no somos capaces de tomar más de un plato y el postre. Un menú típico de cualquier día podría ser: de primero, ensalada de frutos del mar, garbanzos con gulas y langostinos, bacalao a la vizcaina o rulo de queso de cabra a la plancha con salsa dulce, a elegir, de segundo, Bonito fresco con tomate, dorada a la espalda, cordero al horno con guarnición, rape relleno de marisco o solomillo a las dos salsas de queso, a elegir, y para postres cuatro o cinco tipos de tartas, helados y fruta variada, aunque lo más socorrido después del atracón es el típico sorbete de limón con cava.

Para viajar por los alrededores y hacia Santander debemos tomar seriamente la opción del FEVE, el ferrocarril de vía estrecha que, amén de puntual, te lleva a todas partes por un precio inferior a lo que te costaría el parking en destino y te evita usar el coche. Todo el mundo sabe que no se debe perder Comillas o Santillana del Mar, que “ni es santa, ni es llana ni está en el mar” pero que es preciosa como pueblo medieval bien conservado, las cuevas de Altamira están al lado de Santillana y son visitables (excepto los lunes) en una reproducción muy lograda. Torrelavega es otro enclave a visitar los miércoles, día en el que hay Mercado Nacional de ganados. Impagable contemplar los charcos de leche que se forma en el suelo alrededor de las vacas en venta y observar al mozo que, cubeta en ristre, va de vaca en vaca aliviándole las ubres. Cerca del ayuntamiento me llamó la atención una pequeña escultura dedicada a ‘Mero, el barrendero’, realizada por Jesús González de la Vega.
Imprescindible es pasar un lunes en Potes, para recorrer su mercado semanal y visitar Santo Toribio de Liebana que está justo al lado y sentarse frente al "LIGNUM CRUCIS" mientras escuchamos canto gregoriano.
Otras visitas a no perderse es Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera, en los dos extremos de la comunidad autónoma. Recorrer sus paseos marítimos y tomar unos pinchos en las tabernas del barrio de pescadores merece los dos viajes.
Los aficionados a los zoológicos, no estaría de más que visitasen el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, el recorrido se ha de hacer en vehículo propio pero yo lo he dejado “para más adelante”.
Si llegamos en FEVE a Santander deberíamos coger un autobús que vaya al Sardinero o a los jardines de Piquío y desde allí lo mejor es pasear hacia la Magdalena y luego descender hacia el puerto recreándonos en el espectáculo que ofrece la proximidad del mar y las casa de indianos entre jardines.
Al lado del puerto podemos tomar un barquito que hace el recorrido por la bahía de Santander, dura aproximadamente una hora y salen a las once y cuarto y a la una menos cuarto.
La Catedral de Santander es engañosa al visitante por su anodino aspecto exterior, pero se trata de una catedral medieval, el motivo de esta pobre apariencia ha sido las desafortunadas reformas que ha sufrido, sobretodo el incendio que ocurrió en 1941 y que obligó a reconstruirla.
Muy bello el claustro gótico, la tumba de Menéndez Pelayo, el conjunto de iconos bizantinos alrededor del altar mayor y muy interesante el templo inferior, llamado "Cripta del Cristo" que fue construido alrededor del año 1200.
Es obligado acercarse a la Biblioteca de Menéndez Pelayo y visitarla, aunque se puede prescindir de la visita al museo de Bellas Artes que está justo al lado.
Detrás del ayuntamiento está el mercado de abastos donde toda la planta baja está ocupada por los puestos de pescados y mariscos. Un espectáculo a no perderse, como el del Mercado del Este al lado de la Plaza Porticada, lleno de cafeterías, tiendas de delicatessen y galerías de arte.
Las corbatas de Unquera, las quesadas y los sobaos son los dulces por excelencia y que se ofrecen por doquier a los visitantes, pero ojo, hay que distinguir entre los que se hacen de forma industrial y los que se hacer artesanalmente.
Hablando de sobaos los mejores que nos pueden ofrecer de producción industrial son los de marca Serafina y El Macho, pero son maravillosos los que hace artesanalmente Salas Maryland una pastelería tradicional que se encuentra en la calle peatonal Burgos, hacia mitad de la calle y a la izquierda alejándose del ayuntamiento.

La exquisitez de estos sobaos es extraordinaria y los que los prueban quedarán encantados. Frente a esta pastelería hay una frutería de gourmets que tiene las cebollas moradas más bonitas que he visto en mi vida, pero a cinco noventa el kilo.
En la capital hay dos zonas de tapeo, en el barrio de pescadores y en el entorno de la calle Burgos, antes mencionada, la oferta de pinchos y pequeños bocaditos es muy grande, destacando las tortillas con boina, que son tortillas de patata cubiertas de todo tipo de exquisiteces y tapadas por una boina hecha de tortilla francesa.
El día de regreso hacia Madrid tenemos que tomar la salida norte de Reinosa en la A-67 y dirigirnos por la CA-171, en dirección hacia Corconte y parar en el pueblito de Orzales, a cinco kilómetros, donde hay dos panaderías casi juntas a pie de carretera, que compiten entre si, donde se hacen unas hogazas de pan y unas empanadas de chacina y de atún que quitan el sentío, hace mucho tiempo que no veía un pan de una cuarta de diámetro y que pesase un kilo exactamente.
Atrás se queda una bonita semana de la que me llevo más de quinientas fotografías en las que ha quedado “constatado” que he estado allí, cuando pase algún tiempo me gustará volver a verlas para recordar estos siete días de los que solo ha llovido escasamente una mañana.

No hay comentarios: