28 septiembre, 2008

El billete premiado en el bolsillo del muerto.







Historias para no dormir en Alcaudete.

Estaba completamente exhausta, miró en derredor y solo acertó a dejarse caer en el sofá. Durante dos horas había puesto la casa patas arriba y nada, el billete de lotería no aparecía por ninguna parte. Al final su primera intuición iba a ser verdad, cuando en el tanatorio le dijo Ramiro al oído...- El billete de lotería que me compró tu marido la semana pasada tiene premio...¡El Gordo!
-Solo me faltaba que estuviese el billete en la chaqueta del traje marrón-. Se dijo, desechó la idea durante un rato, después empezó a obsesionarse y no paró hasta que consiguió entrar en la habitación del muerto. Primero y con la excusa más peregrina consiguió que le abriesen la puerta...- No se quede mucho rato, que ahí hace un frío de narices... - Después echó las cortinas y rápidamente empezó a registrarlo. Ni le miró a la cara pero no pudo impedir rozarle las manos, frías y duras como la merluza congelada... Creyó mirar en todos los bolsillos pero se le olvidó uno, el interior derecho. -¡Imbécil de mí!, me dejo el interior derecho y claro, ahí debe de estar, porque no aparece por ningún lado-. Los nervios y pensar en la gente que venía constantemente a darle el pésame la aturullaron. Descorrió las cortinas y salió.


-¿Que pasaba María...?
-Nada, figuraciones mías, he entrado... por nada, ...que se me ocurren unas cosas...
Doscientos mil euros... ¡Nada!, más de treinta y tres millones de pesetas, o sea arreglarle la vida de una vez y no sabía donde estaba el billete. Por una vez que iba a hacer una buena cosa por ella y mira...
- ¿Porqué se me ocurriría que le pusieran el traje marrón? Hoy en día que solo se les pone una sábana...
- ¿Que dices María?
- Nada, nada, ...que me he quedado muy sola...
Durante todo el funeral no pensaba en otra cosa...-Ojalá que esto acabe pronto para buscar el billete en casa-. En un principio no tenía planificado ir al cementerio pero lo pensó mejor...- Voy a ir al cementerio...-
- Pero mujer, deberías descansar que no has dormido nada desde anteayer ...
- No, no, que quiero ir...
Ahora estaba casi al borde de la desesperación, allí, tirada en el sofá y con un decisión tomada ...
- Mañana por la noche voy a abrir el nicho, será fácil, está abajo de la fila de nichos, en cuanto cierren me quedo dentro y antes de que se haga de noche habré acabado... ya he pensado como salir... será fácil.



Serían las nueve y veinte de la mañana. El sepulturero abría la cancela ante dos mujeres enlutadas que con velas y flores esperaban, desde hacía rato, poder entrar en el cementerio.
- Ya era hora.
- Perdona mujer es que he tenido avería en el coche...
- El coche, el coche, al final vamos a ir en coche hasta al retrete...
El sepulturero sujetó las puertas a los muros para que no se cerrasen y se dirigió a la oficina, encendió el ordenador, guardó dos libros de registro que había dejado sobre la mesa la tarde anterior y se fue a orinar.
Se estaba subiendo la cremallera cuando le pareció oír gritos. Salió al exterior y entonces los escuchó con claridad, venían del interior del cementerio. Se encaminó hacia dentro del recinto y casi tropieza con una de las mujeres que salía gritando como si hubiese visto al diablo.
- Pero mujer, ¿que te ha pasado?, ¿A que viene este alboroto?...
- ¡El muerto la ha matado!, ¡el muerto la ha matado!...
Siguió andando hacia el patio de los cipreses y entonces vio el bulto, al principio no supo muy bien lo que era, hasta que al acercarse se percató de la macabra escena. El nicho había sido abierto, lo mismo que la caja. Al lado, en el suelo, había una mujer muerta, con medio cuerpo sobre el difunto, y con un billete de lotería en su mano izquierda. El difunto tenía los ojos abiertos y una mueca en los labios que parecía una sonrisa, asimismo tenia sobre la mujer sus dos brazos como si la sujetase, abrazándola.

Eduardo Azaustre Mesa
Alcaudete, septiembre de 2008

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